Capítulo 605
Cuando Pedro regresó a Jardines de la Paz, aún llevaba consigo el frescor del rocío.
Apenas entró en el vestíbulo, un sirviente salió a su encuentro.
Preguntó: —¿Anoche bajó ella a cenar?
—Comió un poco.
Apenas eran las seis de la mañana y Lorena todavía no se había levantado.
Pedro le entregó el abrigo al sirviente y, llevando un ramo de flores en la mano, subió las escaleras. De pronto recordó algo y ordenó: —Tráeme un jarrón.
Sosteniendo el ramo aún cubierto de rocío, entró en el dormitorio principal. Al ver el bulto sobre la cama, sin querer, su corazón se suavizó.
Colocó el jarrón que le alcanzó el sirviente en la mesilla de noche y puso las flores dentro.
En realidad, Lorena ya había escuchado el ruido de la silla de ruedas; no había dormido nada en toda la noche.
Incapaz de conciliar el sueño, permanecía con los ojos cerrados.
Pedro se aseó rápidamente, levantó una esquina de la manta con la intención de acostarse, pero ella abrió los ojos de inmediato y se incorporó de golpe, j

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