Capítulo 618
Lorena buscó un lugar donde sentarse; hacía apenas un momento había estado debatiendo acaloradamente con todos, pero por dentro se sentía sumamente inquieta.
Esas escenas absurdas no dejaban de repetirse en su mente y, de algún modo, le avergonzaba la persona en la que se había convertido.
Bajó la mirada hacia la pulsera en su muñeca; ese rojo tan llamativo parecía recordarle que los momentos vividos con Pedro eran la prueba evidente de su traición.
Con la punta de los dedos frotó varias veces la pulsera; en ese instante, su ánimo era muy malo.
No supo cuánto tiempo llevaba sentada allí, cuando la voz de Pedro se escuchó a su espalda. —Vámonos a casa.
Ella fingió no haber escuchado.
Pedro se acercó y la vio absorta, con la mirada fija en algún punto a sus pies.
—Lori, vámonos.
Lorena alzó la vista y lo miró un instante, luego apartó la mirada.
Pedro extendió la mano, quería tocarle la mejilla, pero ella se apartó.
Su mano quedó suspendida en el aire, los dedos se contrajeron levemente.

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