Capítulo 637

A la mañana siguiente, más de una decena de obreros subieron a la azotea; las cajas costosas estaban llenas de gemas. Lorena tampoco entendía cómo una frase suya, dicha al azar, podía movilizar a tanta gente para trabajar. En ese momento, ella recogía flores en el jardín y trenzó una corona de flores para Emilio. Una vez más, Emilio fue mimado como un bebé; estando con ella, la sonrisa no se le borraba de la cara. —Ay, yo no quiero esto, ¿para qué quiero yo, siendo hombre, llevar esto puesto? Decía que no lo quería, pero sus manos eran sinceras: se puso la corona en la cabeza sin la menor vergüenza. Lorena le acomodó la corona de flores, con la mirada llena de admiración. —Tú te la pones y eres el que mejor la luce. Emilio alzó las cejas con orgullo, y también quiso hacerle una corona a ella. Pero esas manos, perfectas para matar, eran demasiado torpes para trenzar flores. Se esforzó durante media hora y ni siquiera consiguió darle forma; tan frustrado estaba que tenía la frente cubier