Capítulo 801
Él ni siquiera se atrevía a levantar la cabeza para mirar a nadie; arrodillado, retrocedió varios pasos hasta apoyarse contra la pared de piedra y gritó con desesperación: —¡Si quieres matar, mátala a ella, no me mates a mí! ¡No fui yo quien te golpeó!
Apenas terminó de hablar, escuchó una voz extremadamente serena. Era aquel hombre preguntando: —¿Por qué me pegaste?
En su tono había verdadera confusión, sin rastro de enojo por haber sido golpeado; parecía que lo único que quería era entender por qué lo habían hecho.
Era como si, si Lorena lograba darle una razón, él aceptara recibir unas cuantas cachetadas más sin problemas.
David pensó que había oído mal. ¿Qué demonios? ¿Pedro acababa de recibir una cachetada y aun así estaba tan dispuesto?
Lorena cerró los ojos; sin ganas de decir una palabra más, se giró y quiso soltar la mano que él le sujetaba.
Pedro le apretó la mano con fuerza y volvió a preguntar: —¿Estás enfadada?
En esos días había hablado muy poco; la mayor parte del tiempo

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