Capítulo 809
Su oficina no era grande, no tenía sala de descanso; si realmente se dejaban llevar allí y alguien venía a informarle de algo, lo vería todo.
A Rubén no le importó en absoluto: la tomó en brazos, hizo que sus piernas se enroscaran en sus costados y caminó hacia la puerta, cerrándola con un giro de llave.
—¡Rubén!
Apenas pronunció la palabra, él la empujó contra la puerta. —¿Qué pasa? ¿No fuiste tú quien dijo veinte veces?
Su pecho subía y bajaba con violencia; nunca había visto a alguien así.
—Por la noche, ¿vale? Vamos al hotel de antes.
—No quiero, me parece que aquí está muy bien.
Ella apretó los dientes, se puso pálida de rabia, luego roja y después otra vez blanca. —Dentro de un rato tengo una reunión.
—La cancelé, lo importante es que hagamos lo que toca.
—Rubén, si fueras tú quien estuviera trabajando y yo me empeñara en hacer esto, ¿qué pensarías?
—Je, lo desearía con ansias.
—¡Tú!
No podía luchar contra un hombre tan descarado; apenas terminó de pronunciar la palabra, sus labi

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