Capítulo 817
Al salir, Andrea dejó escapar un suspiro evidente de alivio.
En brazos de Alejandro aún reposaba aquel ramo de rosas hechas con diamantes; con aire orgulloso, comentó: —¿Qué tenías que decirme a solas? Hace un momento, el ambiente estaba bastante bien. Estos años has estado ocupada con el trabajo y seguro que no has tenido tiempo de disfrutar de los paisajes, ¿verdad? Cuando estabas con la familia Gutiérrez tampoco eras feliz; ya fuera en la escuela o después, al hacerte adulta, siempre quise que te relajaras un poco, pero no sabía cómo decírtelo. Lo único que podía hacer era molestarte, distraerte para que pensaras en otra cosa.
Andrea no respondió; con la cabeza baja, caminaba por el pasillo tenuemente iluminado. En aquel entonces, le irritaban profundamente las interrupciones de Alejandro.
Ese hermano menor, al que había visto crecer, había nacido con la cuchara de plata en la boca; jamás había sabido lo que era la preocupación, ni necesitaba temer, como ella, que un día lo abandona

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