Capítulo 833
Cuando el pescado estuvo cocido, el experimento empezó a devorarlo con frenesí; comía con una velocidad increíble, como si el viento arrasara con las nubes.
Lorena se quedó atónita: ella apenas había comido uno y ya estaba satisfecha.
Las diez piezas restantes fueron a parar a su estómago. Una vez saciado, se tumbó a un lado y murmuró: —Aún hay conejo, jabalí, cordero.
Lorena había ido a este país, pero no precisamente para acompañar a una máquina de matar a cazar.
Se recostó contra el tronco de un árbol cercano. —Tú regresa y rescata al hombre que se parece tanto a ti. Si lo sacas, tendrás toda la comida que quieras; yo misma te la prepararé.
Él pareció no entender del todo; se incorporó lentamente. —¿Parecido?
—Sí, ¿no lo viste? Ya te lo dije: se llama Emilio, y es muy probable que tenga un vínculo de sangre contigo.
Sus ojos se llenaron de confusión. —¿Vínculo de sangre? ¿Qué es eso?
Él no sabía absolutamente nada de las relaciones que pueden existir entre las personas.
A Lorena cas

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