Capítulo 868
Cuando Lorena condujo de regreso a casa, Juan seguía en el mismo lugar, dando vueltas sin parar presa de la ansiedad, hasta que la vio regresar y sus ojos se iluminaron de inmediato.
Lorena, sin embargo, no le dijo gran cosa y se fue directo a su habitación para revisar los proyectos de la familia Hernández en Costadorada.
No fue sino hasta la mañana siguiente cuando, con los ojos enrojecidos, cerró por fin el computador.
Orlando ya la estaba esperando impaciente en el vestíbulo de la planta baja; de la noche a la mañana le habían interceptado varios contratos más.
Lorena hojeó por encima los documentos, y en sus labios apareció una linda sonrisa: Miriam todavía estaba en Costadorada.
Con ese carácter suyo, era la más propensa a causar problemas.
Entonces le preguntó a Juan, que estaba a su lado: —¿Hay algún evento público en estos días?
Quería escoger a un par de desgraciados que tuvieran la mala suerte de buscarle la broca.
Los ojos de Juan se movieron un poco. —Lorena, ¿cómo es que

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