Capítulo 903

Lorena se acomodó suavemente sobre él y, al ver cómo levantaba levemente las cejas, pensó que quizá era porque en ese instante el sol brillaba con tanta intensidad que hasta su cabello parecía desdibujarse en una neblina luminosa, lo que le hacía lucir sumamente atractivo. Se inclinó para besarlo mientras el viento inflaba las cortinas. Al terminar, se recostó en su hombro, respirando con dificultad y sin ganas de levantarse. Las yemas de los dedos de Pedro rodeaban con delicadeza la cintura de Lorena. Entonces ella advirtió que el vidrio de la ventana reflejaba las siluetas de ambos y lo que acababa de suceder... Sus mejillas se tiñeron al instante de un rojo carmesí. Tosió con fingida naturalidad y se incorporó apresurada, arreglando sus ropas desordenadas y recogiendo del suelo las prendas para vestirse de nuevo. Pedro levantó la mano, sujetó su muñeca y la atrajo de regreso. Lorena quedó sentada sobre una de sus piernas y le preguntó en voz baja: —¿Qué ocurre? Él no respondió, solo