Capítulo 995
—Que no vuelva a repetirse.
Él pronunció estas palabras con frialdad y, acto seguido, le sujetó la mano del revés, dando por zanjado el asunto.
Lorena soltó un suspiro de alivio y apoyó la cabeza en su hombro.
Una hora y media después, el auto se detuvo en el lugar donde Arnoldo residía en ese momento.
Lorena siguió tras Pedro y, cuando aquella puerta se abrió, vio que dentro todo estaba lleno de hombres armados.
Arnoldo también era un fugitivo en Norteamérica; se decía que utilizaba las órdenes de captura como papel higiénico para sus subordinados, lo cual demostraba hasta qué punto era arrogante.
Al entrar en el salón, Lorena notó que la decoración era bastante particular.
Todo estaba en un estilo oscuro, y los sofás eran negros.
Ese negro le recordó a Ignacio, y un dolor agudo le atravesó el pecho. Apretó con más fuerza la mano de Pedro.
En toda su vida, la persona a la que más había fallado era Ignacio.
Pedro se giró a mirarla y le preguntó en voz baja: —¿Qué ocurre?
Ella forzó una

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