Capítulo 100
En ese instante Alonso pareció darse cuenta. Giró ligeramente la cabeza y le susurró: —Come tranquila, no escuches lo que dicen. Esto déjamelo a mí.
Dicho esto, Alonso volteó la mirada hacia Luisa. —Solo las personas que compran a menudo productos falsificados creen que los demás también los usan, ¿no es así? Igual que el bolso que traes, ¿no es verdad, tía Luisa?
Con esas pocas palabras, el rostro de Luisa se enrojeció de vergüenza y no supo cómo replicarle.
Ver a Luisa, siempre interesada y grosera, quedar tan derrotada hizo que a Regina de repente le regresara el apetito.
Ella admiraba a Alonso, así que se inclinó con dulzura hacia su oído y le preguntó en secreto: —¿Cómo supiste que el bolso de la tía Luisa era falso? ¿Acaso conoces de esas cosas?
Regina se acercó demasiado, y al hablarle en voz baja tan cerca del oído, Alonso reaccionó enseguida en un momento nada oportuno.
Hizo cara de pocos amigos, pero pronto recuperó la calma, y del mismo modo le susurró al oído: —No es que co

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