Capítulo 1
—Gustavo...
La voz coqueta proveniente de la habitación contigua al lado penetró en los oídos de Regina.
La mano de Regina se cerró en un puño, con las uñas incrustándose con un dolor intenso en su palma.
Pero no tanto como el que laceraba su corazón.
La corriente de contracción la hacían sentir que estaba a punto de asfixiarse.
Ese día, era el que había planeado quitarse la vida.
Cuarenta y nueve días atrás, en la casa de los Suárez, Regina había recibido la trágica noticia: el avión en el que viajaban su esposo, Marcos, y el hermano mayor de este sujeto, Gustavo Suárez, había sufrido un trágico accidente. Gustavo había regresado, pero el esposo de Regina había muerto en aquel desastre aéreo.
Aquella noche, Regina lloró hasta quedarse sin voz y perder el conocimiento.
Después del funeral de Marcos, ya no quiso seguir forzándose a vivir.
Durante más de un mes había estado guardando silenciosa somníferos, pero siempre pensaba que morir en la casa de los Suárez, sin Marcos, sería demasiado solitario.
Por eso, planeó llevar los somníferos hasta la tumba de su esposo. De pronto sin querer, en el jardín de la casa de los Suárez, escuchó la conversación entre Sofía, la madre de Marcos, y Gustavo.
—Marcos, ya pasó más de un mes y Fabiola aún no ha quedado embarazada. ¿No será que también tiene algún problema? Tú te haces pasar por Gustavo para darle un hijo, ¡y resulta que no sirve de nada! ¿Qué vamos a hacer? Tu esposa anterior tampoco podía procrear con facilidad... ¡De verdad que nuestra familia Suárez carga demasiados pecados a cuestas!
En ese preciso instante, Regina casi se desplomó en el jardín. Se sostuvo con ambas manos en el borde de una jardinera, jardín como si un rayo la hubiera partido en dos, incapaz de reaccionar.
Su conciencia se nubló; tuvo que cubrirse los labios para no dejar escapar un grito fuera de control.
¡Resultaba que su esposo, Marcos, no había muerto!
¡El que había muerto era Gustavo! Y solo porque en todos esos años de matrimonio la salud de Regina había sido delicada y no lograba concebir, ¿la familia Suárez había recurrido a un método tan despreciable como ese?
¡Regina no podía creerlo!
Con lo bien que conocía a Marcos, él nunca había sido ese tipo de hombre cruel.
¿Era Sofía quien, para evitar que la familia Suárez se quedara sin descendencia, había instigado y manipulado de la peor manera a Marcos?
Pero entonces, las palabras de Marcos destrozaron las últimas ilusiones que tenía Regina.
—Llevé a Fabiola a hacerse unos exámenes; ella no tiene ningún problema, solo que el embarazo necesita tiempo. Yo también estoy haciendo mi parte.
¿Haciendo su parte? Marcos, en efecto, se había esforzado lo suficiente: durante más de un mes, no había descansado ninguna noche.
Al principio, Regina solo había pensado que eran noches desbordadas de pasión entre esposos que habían sobrevivido a una desgracia.
Ahora veía que, en realidad, era algo desagradable.
Marcos continuó diciendo: —Mamá, no vuelvas a hablar de estas cosas en la casa de los Suárez. Si Fabiola llegara a escucharlo, no lo soportaría. Ella siempre ha sido una mujer frágil y temerosa, y si se entera de que Gustavo ya no está en este mundo, quizá tampoco pueda seguir viviendo.
¡Entonces, Marcos no estaba siendo obligado!
¡Resultaba que él mismo también sentía compasión por Fabiola Torres!
Regina se dejó caer junto al a la jardinera con una sonrisa amarga. ¿Fabiola quizá no soportaría vivir al enterarse de la muerte de Gustavo... Y ella?
¡Vaya con la frágil y temerosa que era!
¡En verdad con ella no podía seguir viviendo!
¡Y ese era el esposo con quien Regina había compartido más de mil días y noches!
Al pensar que esa visita suya era para quitarse la vida frente a la tumba de Marcos, Regina sintió profundos deseos de abofetearse a sí misma.
Ella había tenía miedo que Marcos muriera solo y se sintiera abandonado, pero Marcos temía que su cuñada no pudiera soportar la noticia de la muerte de su hermano, y simplemente prefería abandonar a su propia esposa para convertirse en sustituto y sin importarle engendrar descendencia en nombre de su hermano.
Las lágrimas cayeron en silencio de los ojos de Regina, mientras apretaba con fuerza el frasco lleno de somníferos en su mano. Los numerosos recuerdos de los momentos amorosos con Marcos pasaban por su mente como diapositivas.
Y Marcos, como si hubiese apagado con su propia mano el proyector, lo detuvo todo de golpe.
Regina regresó silenciosa a la casa que alguna vez había compartido con Marcos.
En la mesita junto a la cama todavía estaba la foto de su viaje de luna de miel a Europa; en aquella imagen ella sonreía con tanta dulzura como ahora lloraba con profunda amargura.
Durante más de un mes había necesitado abrazar una y otra vez ese marco para poder conciliar el sueño.
¡Qué ridículo!
¡Esto era en verdad ridículo!
Regina destrozó el marco, y con él rompió seis años de amor y tres de matrimonio con Marcos.
Enseguida sonó una llamada de la familia Gómez.
Desde el accidente aéreo, su madre Elena llamaba a Regina todas las noches para tratar de consolarla, temiendo que su hija, estando demasiado herida, tuviera la intención de suicidarse o de cometer algún acto extremo.
Esa noche no fue la excepción.
Solo que, esa vez, Elena hablaba con algo duda...
—Mamá, si tienes algo que decir, dilo de una vez sin tanto rodeo. Entre madre e hija no hay por qué tener reservas.
Al escucharla, Elena habló con franqueza: —Regina, apenas hemos pasado por el funeral de Marcos. Tengo miedo que estas palabras te enfaden, pero el tiempo siempre ayuda a soltar el dolor. Hoy vinieron los de la familia Ruiz; dicen que quieren cumplir la promesa de antaño.
La familia Gómez y la familia Ruiz habían tenido hace mucho tiempo un compromiso matrimonial.
Pero más tarde, la familia Gómez cayó en la ruina y ya no estaba a la altura de los Ruiz. Regina conoció a Marcos y esto fue un amor genuino, y la familia Gómez, consciente de la situación, nunca volvió a ir a la casa de los Ruiz a mencionar aquel pacto matrimonial.
Elena continuó: —Ay... Sé que en tan poco tiempo no puedes superar esto, y tampoco quiero forzarte...
Antes de que Elena terminara de hablar, Regina respondió con rapidez: —¡Tranquila mamá, me casaré!