Capítulo 4
Era un tigre adulto y un lobo negro.
Parecían haber olido algo, y enjaulados chocaban una y otra vez contra las rejas, enloquecidos.
—¡Auuuuu!
El lobo negro aulló hacia el cielo, con sus ojos amarillentos fijos en ella con ferocidad.
Sofía retrocedió instintivamente un paso, y de pronto recordó aquel ramo de flores de olor extraño y penetrante.
Contuvo el miedo y la inquietud. —Víctor, me siento un poco mal, quiero volver a la habitación.
En el pasado, cada vez que decía que no se sentía bien, él se mostraba sumamente preocupado y la llevaba de inmediato a descansar.
Pero ahora, solo hizo mala cara con impotencia. —Sofía, no seas caprichosa, ella se ha preparado durante mucho tiempo.
Su garganta se sintió obstruida como con algodón, y forzó una amarga sonrisa.
Comenzó el espectáculo, Nancy dirigía al tigre y al lobo negro con movimientos poco hábiles.
Las dos fieras pasaban entre aros de fuego y puentes estrechos, y todo parecía normal.
—¡Bravo! ¡Magnífico!
Víctor aplaudía sin cesar, con la mirada fija en Nancy, llena de amor.
No pensaba en absoluto que Sofía en realidad "no veía" aquel espectáculo de "compensación" preparado para ella.
Pero eso no era lo más importante. El pánico en el corazón de Sofía crecía cada vez más, y sus manos temblaban con fuerza.
Porque solo ella sabía que el tigre y el lobo volteaban a mirarla con más frecuencia...
Y en el fondo de sus ojos brillaba un apetito salvaje.
Retrocedió con disimulo, un paso, luego otro.
Justo cuando estaba a punto de salir de su radio de ataque.
Oyó un grito. —¡Ah!
La figura en la tarima se tambaleó de repente, Nancy cayó al suelo y la cadena en su mano se soltó bruscamente.
Al mismo tiempo, el tigre y el lobo comenzaron a aullar y gruñir furiosos.
—¡Nancy!
Víctor gritó descontrolado, como una espada desenvainada, corrió hacia ella.
En el instante en que se alejó, Sofía quedó completamente expuesta frente a las dos bestias.
Los movimientos frenéticos del tigre y del lobo negro se detuvieron de golpe, y mostraron sus afilados colmillos hacia ella.
Las pupilas de Sofía se contrajeron, la respiración se le cortó brutalmente.
Casi al instante, dos enormes sombras negras se abalanzaron sobre ella.
¡Dolor! ¡Demasiado dolor!
Sintió que sus órganos eran triturados con un tormento indescriptible.
—¡Ah...! —Un grito agónico y moribundo brotó de la garganta de Sofía.
Frente a sus ojos todo era rojo, y a lo lejos, en la penumbra, él protegía firmemente a Nancy entre sus brazos.
...
Cuando volvió a abrir los ojos, Sofía estaba acostada en una habitación VIP del hospital perteneciente a la familia Rodríguez.
El intenso dolor en el pecho y en las piernas la hizo gemir.
—No te muevas. —La enfermera la sujetó por los hombros—. De verdad tienes suerte, tienes tres costillas rotas, y hemorragia en el hígado. Anoche en urgencias solo estaba el doctor Héctor. Otro familiar con una paciente insistía en que atendiera primero a su esposa, porque estaba embarazada.
—Por suerte ella solo tenía rasguños externos, y no retrasó que el doctor Héctor te tratara.
—Por cierto, ¿dónde están tus familiares?
El cuerpo de Sofía se sentía como si hubiese sido aplastado por un auto varias veces, su voz era áspera y seca. —No tengo familiares.
La enfermera se quedó atónita, y en sus ojos apareció de inmediato una expresión de compasión.
Desde afuera se oyó la voz de Nancy. —¡Víctor, lo siento! ¡De verdad no sé por qué se descontrolaron de repente, fui yo quien perjudicó a la señorita Sofía!
—Nancy, esto no fue culpa tuya, tú también resultaste herida.
Víctor besó las lágrimas en la comisura de sus ojos. —Estás embarazada, no debes llorar. Vuelve a tu habitación a descansar.
Nancy lloraba con más fuerza. —No quiero volver, quiero pedirle perdón a la señorita Sofía.
La tercera vez que oyó la palabra "perdón", Sofía ya no pudo contenerse, levantó la mano y arrojó un vaso.
El ruido afuera se detuvo, y Víctor entró apresuradamente. —Querida, ¿quieres agua? Te la traigo ahora.
Al ver en él una preocupación que no parecía fingida, Sofía sintió de pronto un enorme cansancio.
—¿Lo investigaste? ¿Por qué se descontrolaron de repente?
Su voz era ronca, en sus ojos aún brillaba un último destello de luz.
Era evidente que el tigre y el lobo negro habían olido algo, por eso se habían vuelto agresivos.
Y, además, su único objetivo había sido ella.
—Solo fue un accidente —Víctor respondió sin pensarlo, y le acomodó la manta—. Recupérate bien, no le des más vueltas, ¿sí?
La luz en los ojos de Sofía se apagó por completo.
Lo miró durante mucho tiempo, mientras el corazón le dolía con punzadas.
Tres años atrás, había salido sola para rescatar a una gata que paría bajo la lluvia torrencial.
Pero nunca imaginó encontrarse con un grupo de maleantes que intentaron abusar de ella.
Cuando Víctor llegó, vio justo al cabecilla arrastrándola del brazo hacia un callejón.
En sus ojos apareció una furia súbita. —¡Golpeadlos sin piedad, pero dejadlos con vida!
Los gritos desgarradores en el callejón duraron tres horas enteras, y la sangre casi tiñó el suelo de rojo.
Sofía nunca lo había visto tan furioso.
Al final, todos aquellos hombres fueron enviados a prisión, y el que la había tocado terminó con el brazo roto y murió allí tras ser torturado.
Pero ahora, ella casi había sido destrozada y estaba al borde de la muerte.
Y él no había investigado nada, ni siquiera sospechado de Nancy.
El corazón de Sofía se llenó de un silencio mortal. Con calma, giró la cara. —Ya lo entiendo.
Víctor sintió que algo no estaba bien, pero antes de poder reflexionar, oyó el bullicio proveniente de la habitación de Nancy.
Se levantó de prisa. —Querida, voy a prepararte algo de comer, espérame.
Sofía simplemente permaneció acostada en silencio, sin dirigirle ni una mirada.