Capítulo 31
Adelfo, en silencio, abrazó las sábanas sucias y la ropa, y salió de la habitación para bajar las escaleras.
Miró los platos servidos por Leocadio sobre la mesa y luego echó un vistazo a la cocina. De repente, una extraña competitividad comenzó a surgir en él.
Adelfo fue a la cocina y sacó el trozo de carne de res, pidiendo al mayordomo que lo ayudara a limpiarlo y marinarlo. Se preparaba para intentar cocinar un filete para Adelaida.
Diez minutos después, la cocina estaba en llamas...
El robot de limpieza se detuvo por un momento.
Esto hizo que Adelfo se diera cuenta de sí mismo y controlara esa extraña competitividad. En silencio, se fue a lavar las sábanas y la ropa sucia.
¡Ding dong, ding dong!
El timbre de la casa sonó, y el mayordomo salió de inmediato, pero no abrió la puerta de inmediato.
Fuera, había un hombre con cuernos de toro. Esos cuernos eran gruesos, y además, la figura del hombre era imponente.
Tenía unos bíceps muy desarrollados, hombros anchos y cintura delgada, y se

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