Capítulo 5
Cuando la gente vio a Silvia de pie allí, todos se quedaron paralizados momentáneamente.
Lucia, por su parte, reaccionó rápidamente. Con Ramón ausente, ya no mostraba la cortesía anterior, sino que miró a Silvia con lástima.
—¿Lo has oído todo? Mejor así, es triste estar desinformada. Chiquilla, no eres más que un personaje secundario en la relación entre Ramón y yo. Te aconsejo que te retires cuanto antes.
Dicho esto, Lucia se marchó con sus tacones altos resonando en el suelo.
El pasillo quedó en silencio, dejando solo a los amigos de Ramón con los rostros enrojecidos, tratando de explicarse de manera torpe.
—Silvia, no es como lo has oído, es que...
Todos querían explicar, pero no encontraban las palabras adecuadas.
Porque todos sabían que la verdad era exactamente esa.
Viendo cuán nerviosos estaban sus amigos, Silvia no quiso complicarles más las cosas, no preguntó nada y simplemente se fue.
Justo cuando llegaba abajo y estaba llamando a un taxi, un deportivo rosa pasó arrojando charcos de agua.
El agua sucia salpicó a Silvia, mojando gran parte de su ropa.
Ella frunció el ceño y vio a través de la ventana del carro a Lucia con una expresión de regocijo malicioso.
—Secundaria, si no aprendes a retirarte por las buenas, ten cuidado, tu final podría ser más humillante que esto.
Después de dejar caer esa frase, Lucia aceleró y se alejó.
Silvia sacó un pañuelo de su bolso y comenzó a limpiar suavemente el agua de su rostro.
Tiró el pañuelo mojado al bote de basura y levantó la vista hacia el cielo azul, dejando caer una lágrima.
¿Un personaje secundario?
No, nunca fue el personaje secundario de nadie.
Fue Ramón quien ha salido de su guion.
Después de regresar a casa, Silvia comió algo, se aseó y se fue a descansar.
A las tres de la madrugada, la luz de la habitación se encendió repentinamente.
Un Ramón ebrio tropezó hacia dentro y abrazó a una Silvia sorprendida.
—¿Por qué tienes que torturarme así? Sabes que no puedo olvidarte, ¿por qué no me das otra oportunidad?
—Sabes que me gustas, ¿y aún así tienes una cita enfrente de mí? ¿Te gusta verme sufrir así?
—Está bien, sufro, te daré lo que quieras, siempre que sigas siendo mía.
Viendo el dolor en su rostro, Silvia aplicó un poco de fuerza y se zafó de sus brazos.
Miró cómo Ramón caía en la cama, aún murmurando el nombre de Lucia, y soltó una risa autodespreciativa.
Así que así es como amas a alguien.
Así que esos tres años de relación no significaron nada para ti.
Con los ojos rojos, tomó una almohada y dejó la habitación, apagando la luz detrás de sí.
La habitación volvió a sumirse en la oscuridad, y Ramón seguía hablando en su borrachera.
Pero ya no había nadie para escucharlo.
Al día siguiente, Ramón despertó al mediodía con una resaca terrible.
La cabeza a punto de estallar, pero se obligó a sentarse.
Silvia estaba organizando unos pequeños accesorios frente a la ventana, y al ver su silueta, Ramón tuvo algunos recuerdos borrosos.
—Anoche bebí demasiado, ¿dije algo estúpido?
Al ver que ella negaba con la cabeza, el corazón de Ramón se tranquilizó.
Intentó tocarse las sienes pero tocó una herida, y soltó un leve gemido de dolor.
Silvia se volvió justo entonces y vio la herida en su mano, inflamada por el alcohol.
Ramón, que es piloto y necesita estar en condiciones para volar, finalmente recordó que debía atenderse.
—¿Dónde está el botiquín?
Silvia no respondió, se dirigió al salón y trajo el botiquín.
—Aquí hay de todo.
Ramón soltó una risa incrédula: —¿Cómo va a haber de todo?
Pero al abrirlo y ver que desde medicamentos para el resfriado hasta pastillas para el estómago estaba todo disponible, se quedó sin palabras.
—¿Todo esto lo preparaste tú?
Silvia asintió: —Sí, eres piloto, no puedes estar herido, así que preparé todo meticulosamente para cuando lo necesites.
Al oír eso, Ramón sintió un zumbido en su cabeza, recordando de repente cosas que había pasado por alto.
Recordó las innumerables veces que llegaba a casa borracho y ella, sin quejarse, le preparaba sopa para la resaca; Cada vez que mencionaba algo que quería comer, Silvia buscaba recetas y aprendía a prepararlo; Cuando estaba enfermo, ella siempre estaba allí para cuidarlo.
Recordaba que cuando empezaron a salir, María Pérez le había dicho repetidamente que Silvia en casa no hacía las tareas domésticas y que él debería asumir sus responsabilidades como buen novio.
Aunque era mayor que Silvia, en esta relación, siempre había sido ella quien lo cuidaba.
En ese momento, Ramón sintió una mezcla de emociones.
Miró a Silvia con un rostro lleno de remordimiento, queriendo decir algo.
Pero vio que Silvia tomaba su bolso, aparentemente sin intención de atender su herida, sino preparándose para salir, lo que lo tomó por sorpresa.
—¿Vas a salir?