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Capítulo 11

En ese mismo instante, Wendy se tensó. Ella estaba segura de que ese pie no era el de Yolanda, levantó su mirada y vio a Charlie. Los gemelos de platino de su muñeca brillaban y él con tranquilidad cortaba su carne con la cabeza agachada. De vez en cuando, le respondía a Yolanda cuando se trataba del contenido del documento. La sonrisa que tenía en el rostro hacía parecer como si él no estuviera al tanto de lo que estaba sucediendo debajo de la mesa. Este hombre se veía realmente amable por fuera, pero por dentro era salvaje. Wendy apretó los puños enojada y lo fulminó. Pero la advertencia en su mirada parecía inútil, su pie seguía subiendo imprudentemente pasando su rodilla y llegando más arriba de su pierna. De repente, se puso de pie ocasionando que Charlie y Yolanda, que estaban sentados frente a ella, la miraran. Charlie se veía tranquilo y relajado, mientras que Yolanda parecía sorprendida. "¿Qué te sucede querida hermana?” Wendy se ruborizó y no fue capaz de revelar lo que Charlie estaba haciendo, "Yo ... necesito ir al baño". Wendy se quitó la servilleta y se dirigió al baño. Después de lavarse las manos, se echó un poco de agua en la cara. Si bien el restaurante tenía un gran aire acondicionado que hacía que el ambiente fuera frío, en ese instante su rostro estaba tan rojo que se veía en el espejo como si tuviera fiebre. Sus bolsas de compras aún estaban en su asiento, así que Wendy no podía irse de ahí. Ella optó por ponerse en cuclillas junto a un cubo de basura y sacar su teléfono para jugar Snakes Subsonic. El tiempo pasó y cuando consideró que Charlie y Yolanda podrían haber terminado de comer, decidió regresar a la mesa. Yolanda se limpió con elegancia la boca con una servilleta, "Hermana, ¿por qué has tardado tanto tiempo en el baño? Charlie y yo ya hemos terminado de comer". "No hay problema, yo ya estoy llena", asintió Wendy con la cabeza. Cuando salieron del restaurante, cada uno se dispuso a ir a casa por su cuenta. Sin embargo, Yolanda agarró a Wendy del brazo y le dijo a Charlie coquetamente: "Charlie, no he venido en mi auto hoy, ¿Te importaría llevarnos a casa? Mi hermana está cargando una bolsa pesada ". Wendy sabía que Yolanda tenía otras intenciones y que ella era un peón en su plan y solo se estaba aprovechando. Wendy sacudió la ligera bolsa que tenía en su mano y dijo: "No quiero ..." "Vayamos al sótano para ir en mi auto", dijo Charlie hablando más fuerte que Wendy y apretó el botón del ascensor. El rostro de Yolanda se iluminó de esperanza y pensó en su propio plan. "Está bien, Charlie, ¿Dejamos a mi hermana en su casa primero?" Su coche era un Land Rover blanco, cuando llegaron Yolanda empujó a Wendy al asiento trasero bruscamente y cerró la puerta. Luego, se sentó en el asiento del copiloto y no quitaba su mirada de Charlie que conducía el coche. Wendy quedó más que satisfecha con el lugar donde estaba porque así no tendría que preocuparse de que Charlie volviera a molestarla. Poco a poco se iban acercando a una calle antigua con viejos edificios a ambos lados. No se podía ver siquiera un semáforo y la calle cada vez se hacía más estrecha. Por el espejo retrovisor, Wendy pudo ver la mirada de sorpresa de Charlie que parecía decirle: "Vives en un lugar tan horrible". "¡Por favor, deténgase en la intersección que viene!", dijo casualmente señalando la pista. Luego de bajar del coche y cerrar la puerta, Yolanda fingió ser amable y le dijo: "Adiós, querida hermana". Wendy se volteó y se alejó con sus bolsas. No le había dado tiempo de ir a ver a su abuela, de hecho, ni bien dejó las bolsas de compras en casa se tuvo que ir a trabajar al bar. Su tiempo era realmente valioso para ella, incluso un minuto o un segundo contaban y había tenido que dedicarle tanto de su tiempo preciado a esas dos personas tan desagradables. Charlie no volvió a encender su Land Rover blanco sino hasta que la bella imagen de Wendy desapareció. Poco después de entrar a la carretera principal, Charlie encendió la intermitente derecha y se detuvo al lado de la carretera. Al parecer se le había acabado la paciencia y con frialdad dijo: "Tengo algunos asuntos urgentes que atender en mi empresa, lo lamento pero tendrás que llamar a un taxi para ir a casa”. "... Charlie, ¿qué?" "Bájate de mi auto, o tendré que echarte". Mirando como el coche se alejaba hasta desaparecer, Yolanda se volvió loca.

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