Capítulo 632
Cuando ellas reanudaron su búsqueda de personas, el ambiente ya había cambiado por completo. Con solo una simple mirada, Ángeles y Bárbara comprendían las intenciones de la otra, evidenciando una complicidad inusual entre ellas.
Tras más de una hora de caminata, Ángeles se detuvo y se agachó con cuidado para examinar las hojas secas en el suelo, extendiendo la mano hacia la persona detrás de ella.
Bárbara le alcanzó enseguida un palito delgado.
Con él, Ángeles apartó las hojas, revelando de esta manera el barro húmedo y maloliente de abajo, desprendiendo un fuerte olor a orina.
Bárbara, cubriéndose asqueada la nariz aunque visiblemente disgustada, no se echó atrás y en cambio preguntó: —¿A qué huele esto?
—A orina,— respondió Ángeles.
Tras desechar el palito que tenía en la mano, Ángeles se puso de pie y, con una formidable sonrisa, afirmó: —Hemos dado con el lugar correcto, aquí se oculta ese grupo.
Las marcas en el suelo indicaban que alguien había pasado por ahí hace poco.
Sin embar

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