Capítulo 22
Cuando Laura despertó, tenía los ojos vendados.
El efecto residual del somnífero la dejaba sin fuerzas, con el cuerpo entumecido y las manos atadas a la espalda.
Mientras pensaba a toda velocidad quién podría haberla secuestrado.
Llegó a la conclusión de que no podía ser Víctor; si él quisiera llevársela, jamás lo haría de esta manera.
Pronto, oyó movimientos a su lado y preguntó: —¿Quién está ahí?
Una voz ronca, conocida, respondió: —¿Laura? ¿Eres tú?
Para su sorpresa, era Víctor. Ambos estaban atados y tirados en el suelo.
Al darse cuenta de que los habían secuestrado a los dos, Víctor se alteró: —¡Sal de una vez! ¡Sonia, eres tú, verdad!
Apenas terminó de hablar, se oyó el taconeo de unos zapatos en aquel espacio amplio.
—No esperaba menos del hombre que me ha obsesionado tanto tiempo. —La voz de Sonia sonaba fría, llena de odio.
Se agachó y arrancó la venda de los ojos de ambos.
Sonia, que en otros tiempos fue símbolo de belleza y poder, ahora lucía un rostro demacrado por el sufri

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