Capítulo 12
La caligrafía de Santos, elegante pero gélida, era como un cuchillo que se clavaba en los ojos de Regina.
[Regina, cuando leas esta carta, tal vez yo ya esté muerto.
Gasté cinco años de juventud y el cabello se me volvió blanco solo para darte la posibilidad de volver a caminar.
Pensé que en esta vida tú y yo estaríamos juntos hasta la muerte, pero resulta ridículo que ni siquiera fui tu esposo.
Te deseo una vida llena de amor y felicidad junto a Braulio, por siempre.
De ahora en adelante, Santos ha muerto, no hay necesidad de recordarme.] Resultó que Santos ya lo sabía todo desde hacía tiempo.
Por eso, en medio de la desesperación y el desencanto extremo, Santos había optado por el suicidio.
—¡Fui yo! ¡Fui yo quien lo llevó a la muerte! —Regina se desplomó en la silla de ruedas y rompió a llorar con tal dolor y remordimiento que casi la destrozaron.
Cuando el médico le sugirió de nuevo que se hospitalizara, Regina se negó rotundamente.
Seguía convencida de que, mientras no viera el ca

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