Capítulo 10
Una simple frase dejó perplejos a todos los presentes.
—¿Qué cuerda se rompió?
Finalmente, fue Alejandro quien hizo la pregunta.
—¡La cuerda del acantilado se rompió, y la señorita Daniela también ha desaparecido!
Esa frase cayó como un rayo en un día despejado. Todos quedaron petrificados, llenos de incredulidad.
Sin pensarlo Ignacio se lanzó hacia adelante y agarró al guardaespaldas por el cuello de la camisa.
—¿¡Lo que dices es cierto!?
Tenía los ojos enardecidos, y las venas de su mano sobresalían mientras sujetaba furioso al hombre, como si temiera escuchar la respuesta que pudiera salir de su boca.
El guardaespaldas temblaba al hablar. —Es cierto. Cuando fuimos a buscarla, la cuerda en el borde del acantilado ya estaba rota. Lo único que encontramos allí fue un abrigo de la señorita Daniela.
Alejandro se acercó tembloroso, tomó el abrigo que el guardaespaldas tenía en la mano y casi no pudo mantenerse en pie.
En efecto, era el abrigo que Daniela solía usar.
Todos quedaron paraliz

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