Capítulo 7
—En la reunión de antiguos alumnos dijiste que solo éramos amigos, no te molestaste cuando viste que Sara me besó, incluso dijiste que la cuidara... Julita, soy tu novio, ¿por qué quieres empujarme hacia otra mujer?
Julia guardó silencio durante unos segundos.
Justo cuando estaba a punto de aclararlo todo y decirlo de forma abierta, de repente, un grito agudo de Sara vino desde el dormitorio.
Daniel sin dudarlo, abrió la puerta y entró.
Sara, encogida en la cama, bajó despavorida descalza, tropezando, y se lanzó a sus brazos.
—Ese hombre pervertido ha venido a atraparme, Daniel, tengo mucho miedo, no me dejes sola, ¿puedes no irte nunca, por favor?
Antes de que terminara de hablar, Daniel la levantó con firmeza por la cintura, con una voz suave.
—No temas, mientras yo esté aquí, nadie podrá hacerte daño, nunca te dejaré...
Sara se apoyó cariñosa en el hombro de Daniel y observó a Julia con una mirada llena de desafío, sin rastro alguno del estado de embriaguez de hace un momento.
Así que, aquella era pues la respuesta de Daniel.
Nunca fue Julia quien lo empujó hacia otra persona, sino que él eligió a Sara por su propia voluntad.
Lo hacía una y otra vez.
Daniel acompañó a Sara toda la noche.
A Julia esto tampoco le importó.
Elena terminó el trabajo antes de lo previsto y quizás volvería al país a buscarla pasado mañana.
Al enterarse de esta noticia, ella se sintió mucho más aliviada.
A la mañana siguiente, cuando Julia estaba desayunando, notó que Daniel había dejado su celular en la mesa del comedor.
Miró con rapidez todos los mensajes de trabajo que llenaban la pantalla y, tras pensarlo por unos segundos, se dirigió a la puerta de la habitación.
Sin embargo, antes de que pudiera levantar la mano, Sara abrió la puerta.
—Señorita Julia, Daniel me cuidó toda la noche y todavía no se ha despertado, será mejor que no lo molestes ahora.
Mientras hablaba orgullosa, tiró de su cuello para mostrar las marcas rojas en su cuello.
Con expresión serena, Julia le puso el celular en la mano.
—Bien, entonces recuerda darle el celular.
Dicho esto, se dio la vuelta para marcharse, pero Sara la agarró de repente.
—¿Cómo puedes ser tan descarada? Daniel no te ama en lo absoluto, te lo advierto, no solo nos hemos tomado las fotos de boda, sino que también ya hemos recibido el certificado de matrimonio, ahora soy yo su esposa legítima, ¡así que más te vale que te largues de una vez por todas de nuestra casa!
Al terminar de hablar, se oyó un ruido dentro de la habitación. De repente, Sara comenzó a suplicar con terror.
—Señorita Julia, me mudaré ahora mismo, por favor no se enoje...
En ese instante, su espalda chocó con fuerza contra la puerta y luego se deslizó al suelo sin fuerzas.
Al instante, Daniel salió corriendo, y al ver la expresión de dolor de Sara, sus ojos se llenaron de una furia ardiente.
—¿Julia, qué estás haciendo? Fuiste tú quien accedió a que la cuidara, creí que en verdad eras generosa, pero resultó que por detrás estabas haciendo este tipo de cosas.
Julia replicó con rabia: —No la golpeé, tampoco la obligué a irse. Si no me crees, puedes revisar cuando quieras las cámaras de seguridad.
Al oír esto, los ojos de Sara brillaron y se apresuró a hablar.
—Daniel, no culpes a la señorita Julia, yo me caí por accidente...
Aunque dijo esto, combinando su aspecto frágil, parecía aún más como si estuviera resignándose a la fuerza.
Sin pensarlo En los ojos de Daniel se reflejó una pizca de compasión y, con sumo cuidado, la abrazó.
—Está bien, no necesitas encubrirla. Julia, aunque seas mi novia, si te atreves a herir a Sara de nuevo, ¡no me culpes por no tratarte bien!
Después de decir esto, se marchó llevando cariñoso a Sara en brazos, sin mirar atrás.
Julia inhaló profundo y contuvo la ira en su corazón.
No importaba lo que dijera, Daniel no le creería, así que ya no valía la pena seguir discutiendo por todo esto.
Julia se calmó y, salió despreocupada a pasar el día con una buena amiga y no volvió a casa hasta casi el anochecer.
Parada justo frente a la puerta, justo cuando sacaba las llaves de su bolso, de reojo vio una sombra oscura.
Sintió un escalofrío por todo el cuerpo y se dio la vuelta para huir.
Pero acto seguido, alguien la agarró del cabello con fuerza y la arrastró de vuelta.
Al sentir el cuchillo frío pegado a su cuello, Julia no se atrevió a moverse ni un milímetro y reprimió como pudo el miedo que sentía.
—En mi bolso hay dinero, si lo quieres puedes llevártelo todo, solo no me hagas daño...
Sin embargo, el hombre solo sacó su celular y realizó una videollamada.