Capítulo 298
RK fue muy popular durante su época en la escuela y en la universidad. Por supuesto, Stella no tenía idea de lo popular que era él en ese entonces. Sin embargo, Aden y otros amigos suyos le contaron que en la secundaria, él ni siquiera necesitaba llevar almuerzo, porque sus compañeras le traían toda clase de cosas para comer. En una ocasión, la entrada de su salón de clases había estado tan abarrotada de chicas, que el maestro tuvo que salir para despejar el camino.
La situación llegó a un punto en el cual el director se vio obligado a convocar una asamblea. Este fue su discurso para advertir a las jóvenes: “Atención a todos los alumnos, eviten congregarse en la puerta de la clase 10 cuando no tengan nada que hacer entre clases. Deben esperar la hora de salida para entregar cartas de amor y chocolates. Tengan presente que su conducta interfiere con el desarrollo normal de las actividades, impidiendo que maestros y estudiantes entren y salgan de ese salón. Obstruir el libre tránsito en las diversas áreas de la escuela es inapropiado y está prohibido. Las chicas de secundaria deben ser más reservadas, y un flechazo deja de serlo si lo confiesan, así que cuiden su comportamiento, absteniéndose de declararse. En vez de escribir cosas como ‘te quiero’ o ‘me gustas’, concéntrense en su deber de estudiar”. Este discurso fue considerado en su día un clásico insuperable.
El hecho de que RK se comportara como un príncipe solo podía atribuirse al hecho de que sus amigos y conocidos siempre hablaban de él.
Más tarde, cuando Aden le contó la anécdota a Stella, la joven estuvo a punto de derramarle encima el jugo de naranja que estaba tomando.
Le pareció que era demasiado aterrador.
Pero eso no fue lo más impactante. Lo peor ocurrió seis meses después de la boda.
Un día, ella y RK acordaron almorzar juntos. Al mediodía, Stella lo llamó y le dijo que iría a la empresa a esperarlo en su salón. Cuando él terminara con su trabajo, irían a almorzar.
Después que visitó la empresa por primera vez llevándole un medicamento a RK, los empleados supieron de su existencia, así que cuando Stella entró a las oficinas, nadie la detuvo y pasó directamente al vestíbulo para tomar el ascensor.
Mientras esperaba, la detuvo un elegante empleado con la apariencia de ser un caballero.
“¿Qué sucede?”, preguntó Stella un tanto confundida.
“Quiero preguntarle si usted realmente es la… Es decir, ¿es usted la esposa de nuestro presidente?” El rostro del sujeto estaba tan rojo como una manzana madura. Miró a Stella y tartamudeó tanto que a ella le costó trabajo entender lo que decía.
“¿¡Qué!?”, exclamó Stella, sumamente confundida por la extraña actitud de aquel individuo.
El hombre continuó diciendo cosas que la dejaron aún más perpleja: “Lo siento, señora. He cometido un grave error. Lo he pensado durante mucho tiempo, pero no puedo evitarlo. Tenía que decírselo”.
“¿Qué? ¿Cuál error? ¿De qué me está hablando? No creo que sea algo que tenga que ver conmigo, ¿por qué no va a la comisaría o habla con el presidente de la compañía?”. Stella no dejaba de preguntarse por qué este hombre la había abordado para hablarle de una manera tan incomprensible.
Estaba de pie allí, sorprendida y estupefacta. No se dio cuenta de que muchos ojos estaban fijos en ella y en su interlocutor.
“Lo siento, señora. Desde que vi al presidente en una reunión que convocó, yo… me he enamorado profundamente de… de él…”
Stella abrió los ojos por el asombro, pero no pudo evitar sentir que su mundo se derrumbaba y su visión de la vida cambiaba drásticamente, debido a este hombre parado frente a ella.
“Lo siento, pero no puedo controlar mis sentimientos. Estoy enamorado del presidente y no puedo evitarlo. Por favor, perdóneme. ¡No quise hablarle así, pero no renunciaré a él!”
¡Stella de repente tuvo la desagradable sensación de que compartía a su esposo con otras personas, y que su rol era el de una concubina malvada que intimidaba a la esposa pura, amable y gentil de alguien más!
“Amiga, lo siento, pero mi amor por el presidente es verdadero, ¡soy sincero!”, continuó diciendo el sujeto.
“¿Usted se lo ha dicho a él?”, preguntó ella, sin esperar respuesta. Ese fue el final de la conversación.
El ascensor había llegado, pero Stella no entró y, en cambio, subió las escaleras. Se sentía como si hubiera sido golpeada por un rayo. Antes de irse, escuchó unas risitas burlonas. Sabía que no estaban dirigidas a ella, pero igual se sentía inexplicablemente incómoda.
El sujeto se comportaba como si ella hubiera matado sus más preciadas fantasías, aunque pensó que al decirle aquello, más bien lo había alentado.
Cuando entró en la oficina presidencial, RK todavía estaba ocupado con algunos documentos. Al verla entrar, le indicó que pasara a descansar un rato en el salón, así que ella le comentó sobre la extraña conversación con el empleado, y se limitó a esperarlo.
Minutos más tarde, seguía aturdida por el incidente y no se dio cuenta siquiera de que él había entrado, sino hasta que se sentó a su lado.
“¿Ya terminaste?”, preguntó ella, saliendo de su abstracción.
“¿En qué estabas pensando?”, le preguntó RK.
Ella soltó una carcajada por todo lo que había pasado por su mente.
“¡Nada, nada, vamos!”, repuso, tratando de contener la risa mientras salían de la oficina.
Pero él no pareció convencido, de hecho, notó algo inusual cuando salieron del ascensor.
Mientras iba por el auto, llamó a su asistente Alex.
“¡Alex, averigua lo que sucedió antes de que Stella llegara a la oficina e infórmame con todo detalle!”, ordenó.
Después condujo para sacar el auto del estacionamiento y se detuvo en la entrada para recogerla.
Enseguida se dirigieron al restaurante donde habían reservado para comer.