Capítulo 20
El olor a desinfectante le irritaba la nariz hasta doler.
Felipe abrió los ojos, y lo primero que vio fue el techo blanco y deslucido. Intentó mover los dedos, pero todo su cuerpo le dolía como si sus huesos hubieran sido desmontados y vueltos a ensamblar.
—¿Despertaste?
Cristian estaba sentado al lado de la cama del hospital, pelando una manzana, con la luz fría reflejada en el filo del cuchillo deslumbrándole los ojos.
—De verdad que tuviste suerte, no moriste.
La garganta de Felipe estaba reseca: —¿Y Eli?
—Está en la habitación de al lado cuidando a Ricardo. — Cristian sonrió con malicia. —Provoqué ese incendio a propósito, les di drogas a todos ustedes, no podían mover ni un dedo, imposible escapar, pero Eli... la primera persona que salvó fue a Ricardo.
La piel de la manzana se rompió con un "¡crac!" y cayó en el cubo de basura.
—No viste lo nerviosa que estaba, se quedó a su lado toda la noche, con los ojos hinchados de tanto llorar.
Sus palabras eran como cuchillos desafilados,

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