Capítulo 3
**Unos días antes**
“Pobre novia. Ha estado allí durante horas, aguardando la llegada del novio”, escuché que decía una mujer con voz susurrante.
“Esta situación es verdaderamente lamentable. No puedo imaginar cuán grande es la tristeza que la embarga”, concordó otra en voz baja.
“¿Crees que al novio ya no le interesa casarse con ella?", susurró luego un hombre.
“Eso sería algo verdaderamente desolador. Por favor, no menciones esa posibilidad…”, intervino una tercera mujer, en cuya voz se adivinaba una tristeza auténtica.
Permanecí de pie frente al altar, sin musitar palabra, ataviada con un vestido de novia blanco, demasiado elegante para mi gusto y tan pesado que no me permitía moverme con soltura. Los zapatos de tacón que llevaba, los cuales eran exageradamente altos, empezaban a causarme dolor en los pies, mientras que las piernas me dolían por haber estado quieta durante un lapso de tiempo muy prolongado. Por enésima vez, apreté y abrí los puños.
La tela de encaje de lentejuelas de las mangas del vestido me causaba picazón, aunque eso a nadie le importaba. Yo no había elegido aquel vestido; ni siquiera conocía al novio al que aguardaba. Lo más trágico de aquella situación era que no deseaba aquel matrimonio, pues mi verdadero amor era otro hombre.
En efecto, yo, Margarita Alfonso, había sido obligada a contraer matrimonio, en virtud de un contrato, con el heredero del mayor sindicato mafioso a nivel mundial.
A pesar de que hacía frío dentro de aquella iglesia de mármol blanco, mi malestar era tan intenso que sudaba copiosamente. Ignoraba cuánto tiempo había estado allí, de pie, esperando a que mi futuro marido se presentara a la ceremonia. En cualquier caso, habían transcurrido al menos un par de horas, por lo que todos los asistentes se mostraban inquietos y ansiosos.
Si en realidad aquella hubiera sido mi boda soñada, la angustia se habría apoderado de mí ante la ausencia del novio, pero, como ese no era el caso, ello no me preocupaba en absoluto. De hecho, sería mejor para todos nosotros que él nunca apareciera. En tal caso, la boda se cancelaría, y mi abuela y yo podríamos volver a nuestro habitual y pacífico estilo de vida.
Miré de reojo a mi abuela, frágil y muy enferma, sentada en una silla de ruedas; una enfermera estaba de pie cerca de ella. Ansiaba que ese remedo de boda terminara pronto para que ella pudiera volver a guardar reposo en el hospital. Mi abuela era muy mayor y, recientemente, yo había descubierto que su salud estaba muy deteriorada. Si bien los médicos que la atendían no pudieron decirme con exactitud cuánto tiempo de vida le quedaba, incluso para alguien lego en medicina, como yo, era evidente que no era mucho.
"¿Dónde está el novio?", preguntó un hombre en voz baja.
"Buena pregunta. Ya llevamos casi tres horas esperando…”, intervino otro cuyas palabras fueron acompañadas de un bostezo.
"Shhhh… será mejor que guarden silencio. El jefe los matará si escucha esa clase de comentarios", siseó un tercer hombre a los otros dos.
"¿Alguien lo ha encontrado?", preguntó otra voz en tono serio.
"Ya envié a un grupo de hombres de mi escuadrón a buscarlo, así que pronto será localizado…", señaló alguien más, aunque no advertí demasiada convicción en su voz.
"No mires fijamente al jefe. Te matará si te sorprende…", siseó uno de los hombres.
"Así es. Definitivamente no está de buen humor", añadió otro, suspirando.
"¿Qué está haciendo ese condenado hijo suyo?", preguntó el otro, en un susurro.
"Esto es muy extraño; es su boda y ni siquiera ha llegado…", terció otro hombre, tan extrañado como el otro ante su ausencia.
"¿Y se supone que ese niño sucederá a su padre? No me hagan reír…", sentenció un anciano.
"No alces la voz; el jefe te escuchará…", le advirtió de inmediato el hombre que estaba a su lado.
"Es una pena que su hermano ya no esté vivo…", añadió el anciano, desoyendo aquella advertencia.
"Discutiremos este asunto en otra ocasión. Espero que aparezca pronto… en esta iglesia hace un frío de los mil demonios", dijo uno de los hombres. Yo no podría estar más de acuerdo. Al menos ellos vestían trajes, mientras que lo único que cubría mis brazos era un encaje fino y transparente.
El anciano sacerdote, que estaba de pie frente a mí, se veía pálido y angustiado debido a la ausencia del novio. Pobre anciano; me preguntaba qué había hecho para merecer esto. Había estado allí de píe tanto tiempo como yo; seguramente a su edad ello era una verdadera tortura para sus piernas.
"Mmmm… tal vez deberíamos posponer…", sugirió el viejo sacerdote en voz baja, en tono vacilante.
"¡Cállate viejo o te dispararé en la cara!", bramó entonces el cerebro detrás de aquella terrible boda.
Dios mío… Esa cosa era un arma real, ¿verdad?
Abrí los ojos desmesuradamente y deseé poder desaparecer de aquel lugar. Debía estar atrapada en una pesadilla; cerré los ojos, tratando de convencerme de ello. Mi cuerpo se estremeció de miedo. Miré a mi abuela. Afortunadamente, aquella pobre mujer no había muerto de un ataque al corazón debido a la fuerte impresión.
Abrí los ojos y confirmé que estaba viviendo mi peor pesadilla. Esto realmente estaba sucediendo; no era solo un sueño. El jefe del clan mafioso más influyente le apuntaba con un arma al viejo sacerdote. Aquel mandamás que me había obligado a contraer matrimonio tenía la cara enrojecida y había llegado al extremo de amenazar al sacerdote con una pistola.
El clan mafioso Iker; eso sí que era una mala noticia. Cuando el jefe mencionó el nombre de Osirio, no tuve necesidad de preguntarle su apellido. Si era el heredero de la pandilla Iker, entonces ese debía ser su apellido.
Se rumoreaba que el fundador de la familia Iker había adoptado dicho apellido y bautizado así a la banda. Todos los miembros de la familia Iker debían llevar tatuado un lobo en alguna parte de su cuerpo. Tampoco sabía si ese rumor era cierto o no.
La banda Iker era bien conocida en todo el mundo y siempre estaba quebrantando la ley. Todos, incluida yo, una persona común y corriente sin ningún nexo con la mafia, sabíamos de sus negocios sórdidos y tácticas sucias. Sus tentáculos comerciales abarcaban varios continentes y países, y contaban con aliados en empresas de diversas industrias. Desarrollaban algunos de sus negocios a través de la fachada de conglomerados empresariales legales y exitosos, mientras que otros los llevaban a cabo en la más completa clandestinidad.
Naturalmente, no conocía sus negocios detalladamente. Sin embargo, siendo yo un humano promedio con ojos y oídos, sabía que actuaban en los ámbitos del turismo, la sanidad y el entretenimiento, además de estar involucrados, al igual que cualquier otra asociación mafiosa, en toda clase de actividades turbias e ilegales, tales como la trata de personas, el tráfico de narcóticos, los casinos y el comercio de armas, entre otras.
Aunque jamás se había hallado la menor prueba de sus actividades ilegales, lo más probable era que ello se debiera a la estratagema que les garantizaba inmunidad: sobornar a los legisladores.
En cualquier caso, ya fueran verdaderos o infundados los rumores que corrían, Iker y todos sus miembros constituían, sin la menor duda, una mala noticia. Daba la casualidad de que estaba a punto de casarme con uno de ellos, nada menos que el próximo heredero de la familia Iker. Aunque nunca había estado segura de cuáles serían los senderos por los que discurriría mi existencia, ni siquiera en mis más alocadas fantasías había imaginado que eso me sucedería.
Bueno, eso si el novio en cuestión aparecía. Clamaba al cielo con todas mis fuerzas que él nunca llegara...
--Continuará…