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Capítulo 9

Escuché que alguien me llamaba en voz baja; luego, extendió una mano y sacudió mi hombro derecho. Desperté sobresaltada. ¿En qué momento me había quedado dormida? Debía haber dormitado durante el viaje hasta la ciudad, el cual había tardado varias horas. Supongo que estaba tan cansada que el sueño me había vencido; no supe en qué momento me había quedado dormida. ¿Dónde me encontraba? El coche se había detenido por completo y, al mirar por la ventanilla, noté que habíamos llegado a una gigantesca mansión, decorada al estilo barroco europeo. ¡Aquella construcción era enorme! ¿Acaso se trataba de un hotel de lujo? Pude ver el jardín exterior, primorosamente decorado, con su fuente de agua de Cupido y flores de diversos tipos y colores. Si hubiesen sido otras las circunstancias que rodearan mi llegada a ese lugar, seguramente estaría fascinada ante aquella maravillosa vista, y habría desbordado entusiasmo al encontrarme en un lugar tan deslumbrante. Sin embargo, las únicas emociones que me embargaban en ese momento eran la ansiedad, el miedo y el estrés. Sin decir una palabra, aquellos hombres me soltaron las manos y los pies, y luego me quitaron con cuidado la cinta adhesiva que cubría mi boca. Me aclaré la garganta nerviosamente y, a continuación, intenté emitir algún sonido. No tenía la menor idea de cómo sonaría mi voz tras haber tenido que guardar silencio durante tanto tiempo. “Mmm… ¿dónde estamos?”, pregunté en cuanto pude hablar. “En la mansión del jefe. Se lo advierto, el jefe es…un hombre muy serio. Si aspira a ver la luz del alba, tendrá que cuidar su lenguaje y actuar con sensatez”, me advirtió aquel hombre mientras me tendía la mano para ayudarme a apearme de la limusina. El jefe es un hombre muy serio... De repente, comprendí que aquello no era un juego; mi vida corría peligro. Yo no dudaba de la sinceridad de sus palabras. Estaba a su merced; si dijera o hiciera algo indebido, podrían matarme. Si todo aquello era solo una pesadilla, ¡tenía que despertar de inmediato! Por un momento me pregunté qué aspecto ofrecería el jefe de una banda mafiosa, pero luego pensé que sería mejor que no lo supiera… Estaba absorta en mis pensamientos y llena de temor mientras aquel sujeto me arrastraba, llevándome del brazo. Los otros hombres caminaban a ambos lados de mi cuerpo, impidiendo mi fuga. Sin embargo, a decir verdad, la idea de escapar de allí nunca cruzó por mi mente, pues yo sabía que era absolutamente imposible que pudiera correr más rápido que ellos. De modo que si quería evadirme, tendría que hacer algo más ingenioso que simplemente salir corriendo... Mi apreciación era acertada: aquella mansión era enorme. Había estado caminando durante largo rato por los numerosos pasillos de la misma, pero todavía no había visto la habitación del jefe, cualquiera que esta fuera. Me sorprendió el derroche de lujo de la mansión. Cada rincón estaba decorado con un vivo color rojo aterciopelado mezclado con oro. Las esculturas de mármol; los grandes cuadros, de valor inestimable; los muebles de estilo barroco y los suelos de mármol con finos diseños, eran cosas que yo jamás tenía la oportunidad de apreciar. A través de las películas me había enterado de que los mafiosos poseían una riqueza verdaderamente fabulosa. Sin embargo, jamás imaginé que llegaría a ver con mis propios ojos dicha riqueza fabulosa. A pesar de la lujosa decoración de la mansión, en su interior hacía un frío glacial, por lo que tirité mientras erraba por ella. “Espere aquí”, me ordenó aquel hombre tras haberse detenido de manera abrupta; casi choqué contra su ancha espalda. ¿Habíamos llegado finalmente? Asentí lentamente con la cabeza, en señal de obediencia. Entonces él desapareció detrás de una puerta de hoja doble de madera oscura, muy alta y grande, dejándome atrás, junto con los otros dos hombres que estaban de pie a mis costados. Tragué saliva nerviosamente mientras esperaba a ver que sucedería a continuación. Al cabo de un rato, él reapareció y, desde detrás de la puerta, me hizo una seña para que entrara. A diferencia de los oscuros corredores de la mansión, la luz dorada que inundaba el interior de la estancia en la que yo acababa de entrar era cegadora. El candelabro de cristal que pendía del techo era increíblemente grande y emitía una luz deslumbrante. Aquella estancia era tan grande que al principio no noté que había una persona dentro de ella. “El jefe está allí”, murmuró él en voz baja. ¿Acaso estaba nervioso? Al seguir la mirada de aquel hombre, finalmente advertí que había un hombre de pie en el otro extremo de la estancia, detrás de una gran mesa de madera. No estaba mirando en nuestra dirección, sino que contemplaba el exterior a través de un enorme ventanal de piso a techo. El aura que él emanaba era decididamente intimidante. Conjeturé que era el jefe de aquella organización mafiosa. El hombre que estaba detrás de mí me empujó hacia su jefe. Estaba paralizada de terror y no sabía qué hacer. Él no pensaría que yo iba a entrar a ver a su jefe como si tal cosa, ¿verdad? "Adelante". Ordenó una voz restallante de autoridad desde el otro extremo de la habitación. Intimidada, obedecí de inmediato. Estaba segura de que no vacilarían en matarme si no acataba aquella orden. Caminé hacia delante mientras mis piernas temblaban, hasta llegar a un gran conjunto de sofás de color burdeos, dispuestos alrededor de una mesa de centro de mármol. "Toma asiento, Margarita", indicó aquel hombre mayor mientras se volvía hacia mí por primera vez. Su gran mano señaló el sofá en el que quería que me sentara. Me apresuré a obedecer, sentándome en el más absoluto silencio. Vi como él, vestido con un traje gris, se acercaba a mí y se sentaba en el sofá situado frente a aquel en el que yo acababa de sentarme. "Bueno, debo decir que me complace volver a verte", declaró, al tiempo que me ofrecía una amplia sonrisa. Tenía la impresión de haberlo visto antes, pero, por más que me esforzara, no conseguía recordar dónde ni cuándo. Bueno, no te encuentras de buenas a primeras con el jefe de un clan mafioso en la calle, y si vives en un pueblo viejo y venido a menos, como yo, las probabilidades de que eso suceda son astronómicamente pequeñas. Espera un segundo… "Tú eres..." Lancé un grito ahogado al percatarme de que, en efecto, había conocido a ese hombre en otra ocasión. Era él, no tenía la menor duda al respecto. Se trataba del tío al que había conocido mientras corría al supermercado con la intención de hacer mis compras. Me había dicho que estaba buscando a un amigo suyo y… ¿Él era el jefe de aquella banda de mafiosos? --Continuará…

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