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Capítulo 7

—Señorita Alicia, estaba embarazada de dos meses. El bebé no pudo salvarse... Cuando Alicia despertó en el hospital, la enfermera dijo con pesar: —El aborto no fue completo y será necesario realizar un legrado. —¿Podría decirme el número de celular de su novio? Alicia se quedó inmóvil por un instante y llevó la mano a su vientre. Así que ahí, alguna vez había existido una pequeña vida. Pero antes incluso de que ella pudiera saber de su existencia, ya se había ido —¿Señorita Alicia? Al verla callada, añadió con paciencia: —El legrado requiere anestesia. Necesitamos que un familiar firme el consentimiento y la acompañe. Alicia dudó unos segundos, pero finalmente dio el número de Rafael. El celular sonó durante mucho tiempo antes de que alguien contestara: —¿Quién habla? —Señor. Respondió la enfermera con tono profesional: —¿Es usted el novio de la señorita Alicia? Ella está herida y se encuentra en el hospital... —¿Te contrató ella para actuar? Del otro lado llegó la burla de Rafael: —Fue ella quien lastimó a mi amiga y la mandó a cuidados intensivos. ¿Qué daño podría tener ella? —Dígale a Alicia que debe venir a la habitación a arrodillarse y pedir perdón. —Si no, ni Carlos ni yo la perdonaremos. Sin darle oportunidad a la enfermera de seguir hablando, colgó. Al oír el tono de la llamada cortada, la enfermera miró a Alicia, desconcertada: —¿De verdad él es su novio? —Por poco tiempo más no lo será. Alicia esbozó una sonrisa pálida: —¿Podría hacerme un favor? Esa misma tarde, cuando Alicia regresaba a la habitación después del legrado, se cruzó justo con Sonia, que volvía también a la suya. Sonia iba en una camilla de alta gama, exclusiva, con dos enormes ramos de flores hermosas entre los brazos. Rafael y Carlos empujaban la camilla, uno a cada lado. La escena era tan fastuosa que parecía más una coronación que una habitación de hospital. Alicia, en cambio, solo tenía a aquella enfermera sosteniéndola, avanzando despacio a su lado. Cuando se cruzaron, Carlos reparó en ella. Y frunció el ceño: —¿Qué haces aquí? Rafael también giró de inmediato la cabeza. Al ver el rostro lívido de Alicia, se le fruncieron las cejas: —Tú... "¿Acaso la llamada de la enfermera había sido real?" La enfermera reconoció su voz y habló con frialdad: —Así que eres el novio de la señorita Alicia. Tu novia está en este estado, y tú sigues aquí acompañando a otra mujer. —¿Sabes siquiera que ella...? —¡Ay! Antes de que la enfermera pudiera terminar la frase, Sonia gritó desde la camilla: —¡Me duele mucho la cabeza! En un instante, toda la atención de Rafael y Carlos se volcó por completo sobre ella. —¿Sonia, qué te pasa? —¿Dónde te duele, Sonia? —Me duele la cabeza. Sonia habló con el rostro pálido: —Llévenme rápido a ver a un médico. No dudaron un segundo y empujaron de inmediato la camilla de Sonia para irse. Apenas habían avanzado unos pasos cuando Rafael se volvió para mirar a Alicia: —Quédate tranquila y espera aquí. Cuando resolvamos lo de Sonia, vendré a verte. Tras su partida, la enfermera rodó los ojos en su dirección: —Señorita Alicia, ¿todavía no piensa terminar con él? Alicia bajó la mirada al celular, al mensaje de Verónica con la confirmación del vuelo. En sus labios asomó una sonrisa irónica: —En dos días, cortaré con él para siempre. Pero antes de eso, pensaba dejarles un gran regalo. Dos días después. La nueva canción de la cantante emergente Susana, [El precio de la mentira], salió oficialmente al público. Al tratarse de su primer lanzamiento tras regresar al país, Rafael y Carlos organizaron para ella una ceremonia de estreno espectacular. Casi todos los medios de Chicago acudieron al evento. —Rafael. En el backstage del lanzamiento, Carlos notó que Rafael estaba distraído, mirando el celular, y se acercó: —¿En qué estás pensando? Rafael miró la ventana de conversación con Alicia en la pantalla. Tenía el ceño fruncido. No importaba cuántas llamadas hiciera ni cuántos mensajes enviara: no lograba contactarla. En tres años, siempre que él le escribía, ella respondía de inmediato. Era la primera vez que ocurría algo así. Una sensación de inquietud empezó a crecerle en el pecho. —Estos días Alicia tampoco ha vuelto a casa. Carlos echó un vistazo al celular y no pudo evitar preocuparse un poco: —¿Será que aquel día sí resultó gravemente herida? Pero una patada no debería haber causado algo así... En ese momento, la voz de Sonia llegó desde lejos. Rafael guardó el celular: —Primero atendamos lo de Sonia. Luego iré al hospital a buscar a Alicia. —Yo voy contigo. Carlos sonrió con descaro, con un dejo de nostalgia: —Llevo días sin acostarme con ella, hasta la extraño un poco. Antes, cuando hablaba de Alicia, siempre usaba ese mismo tono. Pero por alguna razón, al escucharlo ahora, Rafael sintió una incomodidad difícil de explicar. Diez minutos después, el lanzamiento del nuevo sencillo dio inicio oficialmente. Sonia, con un vestido largo cubierto de diamantes, subió al escenario sostenida por Rafael y Carlos, uno a cada lado. Con el micrófono en la mano, su rostro rebosaba orgullo: —Bienvenidos todos a la presentación de mi nueva canción. —Esta canción, [El precio de la mentira], es una obra que he concebido durante mucho tiempo... —¡Bang! En ese instante, las puertas del recinto fueron abiertas de una patada.

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