Capítulo 11
El aire al otro lado del océano traía una humedad fría y extraña, y Nuria arrastró su maleta al salir del aeropuerto.
En las calles, los transeúntes apresurados hablaban un idioma que ella no conocía, y la sensación de soledad se infiltraba en cada rincón durante los primeros días como una marea implacable.
El pequeño apartamento que alquiló era reducido pero limpio; necesitaba ensamblar los muebles por sí misma y ocuparse de diversos trámites engorrosos.
En la universidad, no entendía los términos especializados que los profesores usaban en clase, y durante las discusiones grupales rara vez podía intervenir, quedando muchas veces en un silencio incómodo.
Por las noches, la ansiedad y la frustración casi la abrumaban.
Las noventa y nueve heridas de su cuerpo, con el paso del tiempo, habían perdido su tono morado amenazante, dejando solo marcas tenues.
Pero las cicatrices en su corazón dolían de manera persistente en cada noche silenciosa en soledad.
La última llamada de Alejandro con s

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