Capítulo 22
Él la miró con ojos ardientes. —Sé que esto puede parecer repentino, pero durante este tiempo, al mirarte, al sentir tu dolor, he llegado a... admirarte más, a quererte.
—Quiero cuidarte, ofrecerte un entorno nuevo, sin heridas.
Sara se quedó paralizada.
Miró los ojos sinceros y apasionados de Juan, observó aquel torpe, pero esmerado pequeño ritual frente a ella, y lo que surgió en su corazón no fue emoción, sino una carga pesada y... una conciencia clara.
Sacudió suavemente la cabeza, con una mirada apenada pero absolutamente lúcida.
—Juan, gracias.
Su voz fue suave, pero contenía una firmeza indiscutible.
—Eres una persona muy, muy buena. Mereces tener el mejor futuro. Pero ese futuro no es el mío.
Miró hacia los niños que jugaban no muy lejos, con una mirada tierna pero resuelta.
—Mis raíces ya están aquí. En el tiempo que viene, solo quiero acompañar tranquilamente a estos niños, cuidar esta tierra donde vivió mi madre.
—Pero tú, Juan, eres diferente. Tu país te necesita. Tu pueblo

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