Capítulo 14
Rosa siguió al ejército hasta el frente, con la mirada ansiosa recorriendo los escombros.
No sabía cuánto tiempo había pasado, hasta que finalmente encontró al hombre junto a un camión abandonado.
El hombre fue colocado en una camilla; no habían dado dos pasos cuando la máscara que llevaba cayó de su cara.
Teresa exclamó sorprendida: —¡Guau, qué guapo!
Rosa bajó la cabeza.
En el instante en que vio con claridad la cara del hombre, su respiración se detuvo.
¡Bruno...!
¡Era realmente él!
Al mismo tiempo, Bruno en la camilla abrió los ojos.
Al ver a Rosa a su lado, agarró su muñeca, temblando como alguien que había sobrevivido a una tragedia: —Rosa, no te vayas...
Teresa abrió los ojos de par en par. —¿Ustedes se conocen?
Rosa no sabía cómo explicarlo.
Intentó liberarse con fuerza, pero la mano de Bruno era como un grillete incrustado en su piel; no podía soltarse.
Así, ambos regresaron al campamento en una postura extraña.
Rosa quería irse, pero Bruno no la soltaba, solo permitía que ell

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