Capítulo 13

La galería de la mañana estaba impregnada de una fragancia fresca. Elisa bajaba la cabeza mientras quitaba el polvo de las obras de arte de la galería cuando, de pronto, oyó unos pasos a su espalda. —Lo siento, aún no hemos abierto. Tras decirlo, la otra persona no respondió; por el contrario, se detuvo, envuelta en un silencio aún más denso. Elisa se quedó rígida; una mala premonición la recorrió de golpe. Se giró bruscamente y chocó con la mirada encendida y rojiza de Simón. Había adelgazado demasiado; la chaqueta del traje colgaba floja de sus hombros y las ojeras bajo sus ojos resultaban terribles. —Eli. Él hablaba con voz ronca, y el timbre familiar hizo que se le erizara la piel. —Sé que estuve mal. Vuelve a casa conmigo, ¿sí? El objeto que Elisa tenía en las manos cayó al suelo con un chasquido. Tras el impacto inicial, la repulsión subió como una marea. Retrocedió medio paso hasta que la espalda tocó la fría vitrina. —Simón, entre nosotros ya no hay nada. —¡Sí lo hay! Simón ava