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Capítulo 7

La madre del niño preguntó: —Cariño, ¿quién es ella? Arturo, visiblemente nervioso, empujó suavemente a la mujer: —Entra primero, tengo que hablar. La madre del niño insistió: —Primero dime quién es. ElViajeroEterno respondió: —Soy la novia de Arturo. La madre del niño replicó: —Mientes. Arturo y yo estamos casados, ¿cómo podría tener novia? Arturo: —Ustedes dos, no empiecen a discutir. ElViajeroEterno: —¿Cuándo te casaste, Arturo? ¿No dijiste que a fin de año me llevarías a conocer a tus padres? La madre del niño lo enfrentó: —¿Qué significa todo esto, Arturo? ¿Esa tercera persona es la amante que tienes fuera de casa? ElViajeroEterno: —¿A quién llamas tercera persona? La tercera eres tú. Voy a mostrarle a todos en esta transmisión la cara de esta intrusa. La madre del niño gritó furiosa: —¿Encima te atreves a grabar un video? Te voy a enseñar una lección, perra... El sonido de una bofetada resonó con fuerza; el celular cayó al suelo y la pantalla se volvió negra. Aun así, los gritos y el alboroto continuaron, aunque Clara ya había perdido el interés en escuchar. En ese momento, la audiencia se había disparado a más de novecientas personas. El usuario DivaDigital, que había permanecido todo el tiempo en la transmisión, escribió: [¿Todo eso fue real? ¿No era una actuación?] Clara: [Esa chica solo encontrará hombres sin futuro antes de los treinta y dos años. En julio de ese año conocerá a su pareja ideal. Es el claro ejemplo de alguien que se pierde en el amor. Por suerte, su destino no es tan malo: después de esta prueba, su vida cambiará por completo.] EclipseRojo: [Sospecho seriamente que esto es un guion.] RitmoSutil: [Yo también lo creo.] LuzOscura: [Opino lo mismo.] Clara abrió los perfiles de cada uno y los observó con calma: [Amigo con el nombre EclipseRojo, aunque tu foto tenga muchos filtros, no pueden ocultar la verdad de tu rostro. Ya estuviste en prisión una vez. Te aconsejo que dejes la violencia doméstica y trates bien a tu esposa e hijos.] EclipseRojo: [¿Cómo sabes que estuve en prisión?] Clara miró luego a RitmoSutil: [Tú, RitmoSutil, no te acerques a lugares con agua en los próximos días. Tu vida corre peligro.] RitmoSutil: [¡Vaya! Ya compré entradas para un parque acuático.] Clara continuó mencionando nombres, diciendo solo unas pocas frases a cada uno. En cuestión de segundos, el número de espectadores pasó de tres a más de ocho mil. DivaDigital no se había ido y, al ver la avalancha de mensajes en el chat, también escribió: [Adivina, si te envío una donación ahora, ¿todavía puedo conseguir un turno?] MascarillasDelMundo: [Yo también quiero uno.] Clara: [Transmito en vivo el primer día de cada mes. Lecturas por veinte dólares. Los cupos son limitados. Nos vemos el próximo mes.] Dicho esto, cerró el directo. Casi diez mil espectadores fueron expulsados del canal. Clara transfirió el dinero recaudado a su cuenta bancaria: se quedó con la mitad y donó la otra mitad a una fundación benéfica. Por la tarde, Sergio llegó puntualmente al Registro Civil en su automóvil ejecutivo. Clara ya había llegado antes; llevaba un sombrero, una mascarilla negra y estaba completamente cubierta de pies a cabeza. Al ver a Sergio bajar del auto, Clara agitó los documentos en su mano: —Rápido y sin complicaciones. Su actitud mostraba que estaba aún más ansiosa que Sergio por poner fin a esa relación matrimonial. Para evitar llamar la atención, Sergio viajó de manera discreta y ordenó a sus guardaespaldas mantenerse a veinte metros de distancia. Cuando Sergio y Clara entraron al vestíbulo del Registro Civil, uno detrás del otro, aparte de los comentarios sobre la belleza del hombre, no provocaron gran revuelo. Antes de iniciar el trámite de divorcio, un funcionario de unos cuarenta años comenzó la mediación. —¿Qué dificultades tienen que no puedan resolver? ¿Cómo llegaron al punto del divorcio? Clara respondió: —Señora, ¡él me golpeó! No solo el mediador se quedó perplejo, sino que Sergio también miró a Clara con incredulidad. Clara se mostró profundamente agraviada: —Mi esposo me fue infiel durante el matrimonio. Para que yo le dejara el lugar a su amante, me golpeaba todos los días. Mi rostro todavía está hinchado. El mediador pensó que no era de extrañar que, desde que entró, aquella joven se mantuviera tan cubierta. —¿Y la división de bienes? Clara dijo: —Mi esposo no me permite llevarme nada. La mirada del mediador hacia Sergio se tiñó de desprecio. Aquel hombre vestía de marcas de lujo; incluso los botones de sus mangas eran de diamantes. ¿Y aun así obligaba a su esposa a marcharse sin nada? Cuando salieron de la sala de mediación, Sergio le bloqueó el paso a Clara. —¿Yo te fui infiel, no te dejé llevarte ningún bien y además te golpeé? La distancia entre ambos era tan corta que Clara no tenía forma de escapar. El tenue aroma de su colonia masculina flotaba en el aire, intensificando su atractivo. Clara mantuvo una actitud serena: —Fue una estrategia temporal, para que ella dejara de molestarnos. —¿Y elegiste destruir mi imagen para hacerla callar? —Yo siempre me enfoco en los resultados, no en el proceso. Sergio se quedó sin palabras. Clara: —¿Aún quieres divorciarte? Esa sola frase devolvió la cordura a Sergio. —¡Sí! —No quería perder tiempo. —Entonces, si quieres hacerlo, resolvámoslo rápido. Cuando Sergio y Clara llegaron al Registro Civil, cada uno con su certificado de matrimonio en mano, un trueno ensordecedor resonó en el cielo, estremeciendo el corazón de ambos. Un destello eléctrico recorrió el documento que Clara sostenía, provocándole un dolor punzante en la palma. Al mismo tiempo, Sergio experimentó la misma sensación. Instintivamente, ambos arrojaron los certificados al suelo. En cuestión de segundos, los documentos comenzaron a arder de manera inexplicable. Sergio quedó atónito ante aquella escena insólita: —¿Qué demonios fue eso? Clara estaba igual de desconcertada: —Los certificados fueron alcanzados por un rayo y se convirtieron en cenizas. De no haberlo visto con sus propios ojos, Sergio jamás habría creído que algo así pudiera suceder. Debido a la falta del certificado de matrimonio, el funcionario no pudo aceptar la solicitud de divorcio de Sergio y Clara. Sergio dio una orden tajante: —El sistema debe tener un registro, búsquelo ahora. La autoridad que emanaba de él hizo que el empleado sintiera un temor inmediato; se apresuró a teclear para ingresar al sistema de consultas. Al llegar al campo de nombres, miró a Clara: —¿Cómo se llaman ustedes? Clara respondió: —Clara Flores. Luego señaló distraídamente a Sergio: —Y él se llama... Por un instante, olvidó el nombre de Sergio: —Con que pongas el mío es suficiente, su nombre no importa. Sentado a un lado, con las largas piernas cruzadas, el rostro de Sergio se ensombreció peligrosamente. Clara, sin duda, lo hacía a propósito. El funcionario también se quedó pasmado. ¿Cómo podía una esposa no recordar el nombre de su marido? Tecleó rápidamente el nombre de Clara y, en efecto, encontró su información. —El sistema muestra que ustedes se casaron en agosto del año pasado; son un matrimonio legalmente reconocido y protegido por la ley. —Si desean divorciarse sin el certificado, deberán reponer el documento antes de continuar con el trámite. Sergio soltó una risa irónica: —Venimos a divorciarnos, no a casarnos. El empleado se secó el sudor de la frente. —Lo siento, señor Sergio, pero este es el procedimiento legal establecido por el Estado. Clara, más práctica, preguntó: —¿Cómo se repone? El funcionario señaló hacia la puerta: —Tienen que volver a registrarse como casados. Apenas terminó de hablar, otro rayo retumbó en el cielo y cayó de repente.

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