La esposa del jefe no se dio cuenta de su mirada. Miró al atareado jefe y dijo con expresión preocupada: "Se le está acabando la leche en polvo a nuestro hijo. Cómprela más tarde. Iré a la tienda".
-Está bien.- El hombre asintió.
La esposa del jefe lo miró unos segundos y luego sacó un pañuelo de su bolso para secarle el sudor. "Todavía no hace frío. Puedes encender el aire acondicionado por la noche".
El jefe frunció el ceño y se dio la vuelta para decir con fiereza: "¿Por qué desperdiciar este dinero?"
"No costará tanto."
El jefe dijo rápidamente: "Yo usaré el ventilador. Tú y el niño pueden encender el aire acondicionado".
"¿Por qué no dormimos en la misma habitación esta noche?"
El jefe frunció el ceño y dijo: "No, mis ronquidos son ensordecedores. Tú y mi bebé no podéis dormir bien. Vete a un lado y descansa. No me molestes".
Mabel miró esta escena y se perdió en sus pensamientos.
Aunque la expresión del jefe no era buena y su voz no era muy amable, cada frase que decía era por el