Ella no esperaba que Julian no le dijera nada ni siquiera después de tanto tiempo.
Diana no aguantó más y estaba a punto de apartar la sábana y mirar afuera cuando de repente sintió que el otro lado de la cama se hundía.
Las sábanas también se apartaron de ella.
Julian estaba acostado en la cama.
¿Qué sentido tenía compartir la cama cuando él no se molestaba en engatusarla ni en hablarle?
¿Ella tenía que esperar más?
¿Acaso un hombre frío y duro como Julian necesitaba más tiempo para prepararse antes de estar dispuesto a engatusar a otra mujer?
Ese pensamiento hizo que Diana se sintiera mejor por dentro.
Se contuvo para no llorar de indignación.
Simplemente esperó en silencio.
Esperó hasta que todo su cuerpo se puso rígido, pero Julian guardó silencio.
Ella seguía con la cabeza bajo las sábanas y solo tuvo que girarla ligeramente para ver su clavícula asomando por debajo de la camisa desabrochada.
Las sábanas estaban llenas de su olor.
Hacía tanto frío afuera pero, con él