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Capítulo 36

La sorpresa llegó repentinamente repente que Camila se quedó paralizada en el lugar. Luego, recordó arrodillarse sobre una rodilla y, con respeto, respondió: —¡Acepto, maestro! —¡Ja, ja, ja, excelente! —No esperaba que a mi edad todavía pudiera aceptar un discípulo. —Pero debo consultar primero la opinión de Baltasar; más tarde te daré una respuesta. —Pero no te preocupes por eso, aunque Baltasar no esté de acuerdo en que te acepte como discípula, igual te transmitiré todo lo que he aprendido en mi vida. Extendió cariñoso la mano y ayudó a Camila a levantarse, mirándola con una expresión de profunda admiración y satisfacción. Camila lo miró con entusiasmo y aceptó con firmeza. Luego, Lorenzo le enseñó a Camila unos cuantos movimientos más. Sin pensarlo, todas las técnicas que le resultaban confusas se le aclararon de golpe. No terminaron sino hasta las seis y media. Los sirvientes ya debían ir a ocuparse de sus tareas cotidianas. Lorenzo le dijo a Camila: —Si quieres aprender artes mar

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