Capítulo 67
Camila lo tranquilizaba en voz baja, una palabra tras otra.
Aquella había sido, sin duda alguna, la vez que mostró más paciencia.
Ni siquiera en su vida anterior, con sus siete hermanos mayores, los había consolado de esa manera, como si fueran niños pequeños.
Camila habló hasta quedarse con la garganta seca, el hombre finalmente cerró lentamente aquellos párpados pesados, y su respiración se tornó pausada, larga y profunda.
Camila detuvo el movimiento de palmear con suavidad y sacó de su bolso la caja de agujas de plata.
El hombre no dormía con tranquilidad, sus cejas estaban fruncidas, aún soportaba el agudo dolor que su cuerpo le causaba.
Camila abrió la caja de agujas y la dejó a mano.
Después, con una sola mano desabotonó la camisa del hombre, dejando al descubierto su pecho lleno de moretones, un espectáculo demasiado estremecedor.
Camila respiró con brusquedad, y su entrecejo se frunció.
¡Con heridas tan graves esa, aún se atrevía a andar de un lado al otro!
Camila estaba tan en

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