Capítulo 16
Después de la conversación de aquel día, Ramón dejó de ir a la guardería infantil de Ana, haciendo que Lidia se sintiera un poco más aliviada.
Pero él se mudó cerca de su casa.
Todos los días venía a buscarla varias veces.
Lidia nunca lo dejó entrar, como máximo le permitía quedarse en la puerta.
Muchas veces, mientras ella y su hija estaban felices en casa, al levantar la vista veían a Ramón solo en la entrada.
Él rara vez hablaba y ni siquiera intentó entrar.
Se quedó allí de pie, permaneciendo así por mucho tiempo.
Parecía estar usando este método para ablandar el corazón de Lidia.
Pero ella ya no era la misma de hace cinco años.
Incluso si llovía y tronaba afuera, empapando a Ramón por completo, ella no le echaría ni un vistazo más.
Solo en el cumpleaños de Ana, Ramón dio un paso más hacia adelante. Se agachó frente a la puerta, colocó la caja que llevaba dentro de la puerta y le dijo a Ana: —Ana, feliz cumpleaños.
Ana miró el regalo y luego levantó la vista hacia su madre.
Esperó

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