Capítulo 42
El zumbido llenó los oídos de Alejandro, y todo el mundo pareció quedarse en silencio por un instante.
Solo aquel grito desgarrador y casi roto de María seguía explotando en su mente como un trueno interminable...
Una simple guardaespaldas, ¿por qué lo había llamado directamente por su nombre?
Alejandro se incorporó del suelo de un impulso y dio grandes zancadas hacia María.
La tomó en brazos de un solo movimiento.
La persona entre sus brazos era aterradoramente ligera, cubierta de sangre, y aquel rostro lleno de pecas y de toscos tatuajes...
Era, sin duda, un rostro extraño.
Pero cuando su cuerpo se acercó al de él, una sensación de familiaridad, olvidada hacía mucho tiempo, le apretó la garganta.
El agudo sonido de la ambulancia se acercaba desde la distancia.
Alejandro, con María en brazos, estaba por dirigirse hacia ella cuando Carmen avanzó rápido y trató de sujetarle el brazo, con un tono cargado de inconformidad.
—Alejandro, Laura solo es una guardaespaldas, no hace falta que tú

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