Capítulo 52
María se puso de puntillas, y su aliento cálido rozó la nuez de su garganta.
La mirada gélida de Alejandro se clavó en aquella mujer osada que tenía delante.
La cara llena de pecas, el tatuaje llamativo en el costado del cuello, todo aquello le provocaba repulsión, y aun así despertaba una leve y casi imperceptible familiaridad que se colaba en su olfato.
Él dejó escapar una risa sombría. —Laura, ¿crees que soy tan fácil de engañar?
Apenas terminó de hablar, extendió la mano y la empujó con fuerza, haciéndola retroceder tambaleándose.
María logró equilibrarse, y al encontrarse con el desdén ardiente en sus ojos, suspiró con fingida tristeza. —¿Acaso piensa que soy fea?
Mientras hablaba, la punta de sus dedos se deslizó con pereza por el cuello de su pijama y se detuvo sobre un botón. Luego, con lentitud, añadió: —En realidad, tengo buen cuerpo. Al profesor Carlos le encanta, ¿está seguro de que no quiere verlo?
Ella desabrochó uno, dos, tres botones...
Finalmente, la cara de Alejandro

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