Capítulo 66
Al amanecer, María fue despertada por unas pisadas apresuradas y pesadas.
—¿Abuelo? ¿Qué hace usted aquí?
La voz grave de Alejandro llegó desde afuera, y María se incorporó de la cama de golpe.
¡Era Diego!
Afuera, una voz ronca se filtró a través de la puerta. —Vine a ver qué vida tan despreocupada lleva mi nieto después de que mi Mari se marchó.
María sintió la garganta apretarse al oír aquella voz familiar.
Se bajó de la cama en silencio y empujó la puerta apenas una rendija.
Vio que, en la sala, Diego estaba sentado en el asiento principal del sofá, con una expresión sombría.
Detrás de él se encontraban José, de la familia García, y una fila de guardaespaldas.
Diego lanzó una fría mirada a Alejandro. —¿Mandaste a alguien a mover las cenizas de Mari? ¿Qué descubriste?
Alejandro se sentó frente a Diego, su tono era completamente impasible. —Abuelo, este asunto no tiene relación con la familia. No necesita preocuparse.
¡Clonc!
El bastón con cabeza de dragón golpeó con fuerza el suelo.

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