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Capítulo 9

Cameron —Cam, en serio, deja de dar excusas. Somos hombres lobo, no robots. Nuestros instintos no pueden tener fallos. Además, Freya parece una buena chica.  Negué con la cabeza ante sus palabras, no quería aceptarlo. No quería que esa humana se convirtiera en mi compañera. Éramos completamente distintos, ¿por qué la naturaleza tenía que haberme elegido una compañera así?  —Ten paciencia, Cam —me consoló Sarah mientras me acaricia el hombro—. Una vez sucumbas ante el llamado, te olvidarás de todas tus dudas. Confía en la diosa.  Dicho esto, se dio la vuelta y se fue hacia el estacionamiento. Seguramente esperando encontrar a los chicos antes de que se fueran. Me quedé en el mismo lugar preguntándome si debía seguirla, pero luego decidí que mejor esperaba por Freya. Le pedí a Alex que se llevara a Sarah también a través de nuestra comunicación mental, este asintió antes de que se fueran.  Suspirando, levanté la vista y me fijé en las estrellas tratando de entender todo lo que estaba sintiendo. Mi vida había estado bien hasta ahora. Iba a ser el líder, era el capitán del equipo de fútbol y pronto encontraría a mi alma gemela cuando cumpliera los dieciocho años. Sin embargo, ni bien entré a la escuela ayer, había sentido una esencia particular que no pude ignorar.  Desafortunadamente, no era tan fuerte como para saber exactamente su procedencia, así que había tratado de ignorarla. Esto no funcionó porque en más de una ocasión me tuve que detener cuando me daba cuenta de que había comenzado a buscarla, había algo adictivo en ella que me estaba volviendo loco desde ayer. La única razón por la que había podido controlarme a duras penas había sido la confirmación de que el aroma no provenía de Sarah. La chica que me había gustado desde que éramos niños.  Habíamos crecido juntos, habíamos pasado por cada cosa juntos y ella me conocía como nadie más. Siempre había pensando que íbamos a ser compañeros, estaba seguro que todos en la manada pensaban lo mismo, pero ahora, mis instintos me habían traicionado y elegido a otra persona.  Mi lobo, por su parte, no tenía ninguno de mis problemas existenciales. Estaba muy calmado y esperando con ansias conocer a nuestra compañera. Sarah, por otro lado, había parecido aliviada que no estuviéramos destinados y me había instado a que buscara a la chica.  No había sido hasta la clase de matemáticas cuando la encontré. Alguien le había puesto cabe a Freya haciéndola caer al piso y mi lobo casi se le había tirado encima al que la había herido. Un agobiante sentido de protección me había inundado y ni siquiera conocía a esta chica, sin embargo, supe en ese momento que ni bien cumpliera los dieciocho años, el llamado me haría elegirla.  En este momento, odiaba ser un hombre lobo. No teníamos realmente ninguna opción cuándo se trataba de nuestros compañeros. La diosa lunar los elegía y una vez el llamado apareciera, nunca más podríamos fijarnos en otra persona. Todos los demás pasaban a segundo plano. No significaba que me enamoraría instantáneamente de ella, pero nunca más podría amar a otra persona.  Suspiré nuevamente justo cuando la puerta trasera del restaurante se abrió y salió Freya con un niño pequeño. Me enderecé en la banca del parque en el que estaba mientras los observaba de lejos. Recordé que Cindy había dicho algo al respecto y no pude evitar entrecerrar los ojos. ¿Realmente sería su hijo?  El niño no parecía tener más de cinco años, eso significaba que lo debería haber tenido cuando tenía doce u once años, lo cual era algo tan ridículo que me dieron ganas de abofetearme. No había forma de que fuera su hijo, seguramente era su hermano o primo.  Sin darme cuenta, los comencé a seguir. Me quería golpearme de nuevo por actuar de una forma tan patética, pero tampoco pude detenerme. Me escondí entre las sombras y los seguí por veinte minutos hasta que llegaron a una de las peores zonas de Belfast Foreside.  La costa estaba a menos de un minutos a pie y la mayoría de las casas alrededor estaban destartaladas al punto que parecían a punto de derrumbarse. ¿Realmente vivía aquí? De repente, la vi entrar a la última casa de la calle que quedaba justo al comienzo del bosque. Era pequeña, con un ático y una cerca rota. La pintura estaba pelada, las ventanas rotas con papeles encima y el césped no había sido cuidado en mucho tiempo. Ver esta imagen me hizo sentir muy incómodo.  ¿Cómo podían vivir en un lugar así? ¿Dónde estaban sus padres? Muchas preguntas llenaron mi cabeza, pero no tenía respuesta a ninguna de ellas. Lo único que sí pude identificar fue un profundo sentimiento de culpa inundar mi ser. Por primera vez en mi vida, pensé que debería cuidar a la chica que mis instintos habían decidido como mi compañera. 

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