Capítulo 10
Alejandro frenó el carro frente a la villa y, sin poder esperar más, entró apresuradamente.
Dentro, todo estaba a oscuras. Encendió la luz y notó que la casa no había cambiado demasiado.
Ya no estaban las zapatillas de Patricia; el salón se llenaba de cosas de Irene y los rastros de Patricia desaparecían poco a poco.
Una opresión le invadió el pecho mientras avanzaba con la esperanza de que Patricia solo estuviera dormida.
Casi fuera de sí, empezó a buscar habitación por habitación.
En el baño, su cepillo de dientes había desaparecido; solo quedaban los de él e Irene.
En la cocina, la taza que más le gustaba a Patricia dejó solo una marca circular sobre la mesa.
Cada rastro de su presencia parecía haberse evaporado.
Alejandro fue hasta la habitación donde solía vivir Patricia y, al abrir la puerta, lo invadió el silencio.
Aquel cuarto que antes estaba lleno de peluches y adornos encantadores.
Ahora estaba completamente vacío, como si no quedara rastro de vida.
Excepto por los muebles g

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