Capítulo 1
Andrea Romero y Lorenzo Castro eran célebres en el círculo social por ser enemigos.
Llevaban cinco años casados y, durante ese tiempo, no habían dejado de pelear.
La noche de bodas, él difundió fotos íntimas de su esposa; ella, en respuesta, le rompió la cabeza. Él llevaba una vida de excesos, llevando amantes a la casa. Entonces, ella le destruía su jarrón antiguo favorito como represalia. En una recepción de negocios, él la humilló públicamente. Así que, ella le arrojó una copa de vino en la cara delante de todos.
Pero, todo eso, muy pronto, llegaría a su fin.
Andrea bajó la cabeza y miró el informe médico de cáncer gástrico que sostenía en las manos. Las palabras del médico seguían resonando en su cabeza. —A lo sumo, medio mes.
Para su sorpresa, no se sintió triste; más bien experimentó una sensación de alivio.
Su teléfono empezó a vibrar; los mensajes llegaban uno tras otro.
[¡Andrea! ¡Mira el grupo!]
[¿Lorenzo se volvió loco o qué?]
[¡Está subastando el derecho de una noche contigo!]
Su cuerpo se puso rígido, como si la sangre se le hubiera congelado.
"Lorenzo, eres cruel."
Agarró las llaves del auto y salió corriendo, llegando al lugar de la subasta.
Las luces del salón resplandecían con intensidad. Lorenzo, vestido con un esmoquin negro, estaba sentado con desgana en el asiento para los postores. Él estaba acompañado de una joven vestida de blanco.
Cuando Andrea reconoció la cara de esa chica, sintió que el corazón le daba un vuelco.
Marta Reyes.
Era el reemplazo que él había buscado; la que más se parecía a su hermana.
En la pantalla gigante se proyectaban sus fotos íntimas, mientras los hombres del público levantaban las paletas y pujaban con entusiasmo.
—¡Trescientos mil dólares!
—¡Cuatrocientos mil dólares!
—¡Seiscientos mil dólares!
Finalmente, un hombre calvo, muy excitado, se puso de pie. Él temblaba de la emoción. —¡Ofrezco setecientos cincuenta mil! ¡Quiero comprar el derecho de una noche con ella!
Un murmullo de asombro recorrió todo el salón.
Andrea se quedó inmóvil, sintiendo cómo la sangre se le helaba.
Miró a Lorenzo, pero él ni siquiera la determinó; solo asintió. —Hecho.
El hombre calvo se frotó las manos mientras se acercaba. Su mirada grasienta recorría el cuerpo de Andrea de arriba abajo. —Señor Lorenzo, ¿ya puedo llevármela?
—Por supuesto —Lorenzo sonrió, pero su mirada era fría—. Cuando llegue el dinero, será tuya.
Esa frase fue como un cuchillo que atravesaba sin piedad el pecho de Andrea.
El hombre calvo extendió la mano para llevársela al hotel, pero ella agarró la botella de vino de la mesa y la estampó en su cabeza.
Los fragmentos de vidrio volaron por todas partes y la sangre empezó a brotarle por la frente.
—¿Quieres a tocarme? ¡Atrévete y verás lo que te pasa! —Andrea soltó una risa helada, aunque la voz le temblaba—. ¡Sea quien sea el que haya ganado esta noche, devuelvo el doble del dinero! ¡Ahora mismo, largo de aquí!
Todo el salón quedó en silencio.
Lorenzo soltó una risita y comenzó a aplaudir lentamente. —Andrea, sigues tan imponente como siempre.
Se levantó y caminó hasta quedar frente a ella. Se inclinó y le susurró al oído: —Sin embargo, si pude subastarte una vez, puedo hacerlo dos, tres veces más...
Se detuvo y, en su cara, se mostró una sonrisa cruel. —¿Cuánto dinero tienes para seguir rescatándote a ti misma?
Andrea alzó la cabeza para mirarlo con los ojos enrojecidos. —¿Así de tanto me odias?
—¿Odiar? —La mirada de Lorenzo se volvió gélida—. Tú mataste a las dos personas que más me importaban, ¿qué crees tú?
El corazón de ella se encogió, como si se lo apretaran sin piedad.
Pensó en Simón Castro, el hermano mayor de Lorenzo; ese hombre que siempre le sonreía con dulzura.
Desde que eran niños, le daba todo lo que pedía y la consentía sin límites. Cuando Andrea empezó a descubrir el amor, fue natural que se enamorara de aquel hombre cálido.
Por su parte, Lorenzo adoraba a la hermana mayor de Andrea, Yolanda Romero; esa mujer de voz suave y sonrisa dulce.
Solían salir los cuatro. Andrea y Lorenzo siempre estaban peleando o discutiendo, mientras Simón y Yolanda los observaban, sonriendo con resignación.
Hasta que llegó aquel día...
Simón, tomado de la mano de Yolanda, anunció ante las dos familias que iban a casarse.
Andrea sintió que el mundo se le venía abajo; se encerró en su cuarto y lloró toda la noche. Al final, incapaz de aceptar la realidad, huyó de la casa.
El futuro matrimonio, preocupado por ella, salieron en auto a buscarla, pero en el camino sufrieron un accidente y murieron.
Durante esos días, Andrea se pasaba todo el tiempo arrodillada ante el altar, llorando hasta perder el conocimiento.
Fue Lorenzo quien la recogió en brazos, le secó las lágrimas y la acompañó en sus horas más oscuras.
Cuando ella despertaba por una pesadilla, él era el primero en consolarla. Cuando no podía comer, él le preparaba su plato favorito. Cuando rompía a llorar en plena noche, él le ofrecía agua para ayudarla a calmarse.
Poco a poco, Andrea empezó a depender de ese calor.
Hasta que una noche, Lorenzo le dijo: —Andi, me he enamorado de ti; cásate conmigo.
Ella quedó atónita.
—Te cuidaré el resto de mi vida —dijo él en voz baja, mirándola con unos ojos que le hicieron temblar el corazón—. Durante este tiempo, tú también te has enamorado de mí, ¿verdad?
"Sí, no se equivocaba."
Él la había salvado cuando ella se estaba ahogando; le encendió una luz en la noche más oscura. En ese tiempo, Andrea, estaba enamorada de su enemigo de toda la vida.
Y así, aceptó casarse con él.
El día de la boda, vestida con un vestido blanco, apretaba nerviosa el ramo de flores entre las manos. Creía que era el comienzo de una nueva vida, hasta que...
La pantalla gigante del salón se encendió, mostrando fotos íntimas de ella.
—¿Están satisfechos con el cuerpo de la señora Castro? —Preguntó Lorenzo desde el escenario, con una fría sonrisa—. Consideren estas fotos como mi regalo de bodas para todos.
Andrea se quedó paralizada, sintiendo cómo la sangre se le congelaba en las venas.
—Lorenzo... —Su voz temblaba—. ¿Qué significa esto?
—¿Que qué significa? —Bajó del escenario y la agarró por la barbilla—. Mataste a Simón y a Yolanda, ¿de verdad creíste que te amaba? Engañarte para que te casaras conmigo fue solo para tenerte atada a mi lado; para que pagues el resto de tu vida.
Ella soltó una risa de derrota, sintiendo un frío helado recorrerle todo el cuerpo. En medio de los murmullos y comentarios de los presentes, levantó una botella de champán y se la estampó en la cabeza.
Después de la boda, comenzó un largo calvario de mutua tortura.
Y así han pasado cinco años.
Ninguno de los dos ha puesto fin a esa relación.
—Lo que pasó en aquel entonces, yo tampoco... —Andrea apretó el informe de cáncer entre las manos—. Lorenzo, ¿podemos llevarnos bien durante medio mes?, ¿sin pelear? Cuando pasen esos quince días, nuestras cuentas quedarán saldadas.
Al fin y al cabo, dentro de medio mes ella estaría muerta y todo acabaría.
Pero Lorenzo reaccionó como si hubiera escuchado un chiste. —¿Ahora aprendiste a mentir? ¿Qué podrías hacer tú para terminar con esto?
—Entre nosotros solo puede haber una lucha hasta la muerte.
Ella sintió que el corazón se le enfriaba.
Una lucha a muerte.
—Dentro de medio mes lo sabrás —respondió—; para entonces, te daré una respuesta.
Lorenzo soltó una carcajada. —Muy bien, espero ver cómo pagas esas dos vidas.