Capítulo 19
En un viejo edificio de Llano Azul, los gritos desgarradores de una mujer rompieron el silencio de la noche.
En algunas viviendas se encendieron las luces, pero no hubo más reacción.
Cuando Enrique pateó la desvencijada puerta de madera, vio a aquella mujer que una vez había acudido a la firma de abogados en busca de ayuda, ahora siendo estrangulada por su esposo contra la pared con el rostro ya amoratado.
—¡La policía llegará enseguida! —gritó mientras apartaba al agresor y protegía a la mujer tras de sí—. ¡Si te detienes ahora, solo será tentativa de delito! ¡Aún puedes tener una reducción de condena!
El hombre no le hizo caso. Tomó una botella y la arrojó violentamente hacia ellos. Enrique se interpuso; la botella estalló y le abrió varias heridas sangrantes en el hombro.
—¡Maldito entrometido! ¡Aunque la mate, me da igual!
Enrique levantó una pata de silla y lo miró fijamente. Detrás de él, la mujer sollozaba y un niño lloraba bajo.
Ambos permanecieron en tensión hasta que, al oír

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