Capítulo 7
Después de llegar a casa, Antonia comenzó a organizar los bienes que habían sido divididos tras el divorcio.
Durante su matrimonio, Enrique había ganado mucho dinero, el cual pertenecía a los bienes comunes de la pareja. Según la ley, ella tenía derecho a la mitad.
Sin embargo, no quiso quedarse con las casas ni los autos, solo tomó el dinero y decidió donar todo lo que obtuvo a organizaciones benéficas.
Durante este tiempo, Enrique no había regresado, no sabía qué estaba haciendo.
Sin embargo, fue Carolina quien la llamó para invitarla a encontrarse y hablar.
Las dos se encontraron en una cafetería, donde intercambiaron un par de frases formales.
Carolina se disculpó por lo ocurrido el día de su cumpleaños.
—Señorita Antonia, ese día mis amigos bebieron demasiado y no cuidaron lo que decían. Si en algún momento te ofendimos, espero que puedas perdonarnos.
Antonia sonrió levemente: —No volverá a pasar. Yo me voy de Llano Azul muy pronto y no le doy importancia a esas cosas.
Al escuchar que se iría, Carolina mostró una expresión de sorpresa... Y al mismo tiempo de alegría.
—¿Te vas? ¿Es por mí? Perdona, yo y Enrique estuvimos juntos, pero eso fue hace mucho tiempo, yo...
Antonia notó la alegría en sus ojos y levantó la cabeza, mirándola fijamente.
—Señorita Carolina, permítame preguntarle, ¿de verdad lo ha dejado? Aunque lo haya hecho, Enrique nunca lo hizo. Todos los días escucha sus grabaciones de piano para quedarse dormido; cada vez que se emborracha, pronuncia tu nombre; cada año, el día de tu cumpleaños, compra un pastel y lo lleva al estudio donde se queda hasta altas horas de la noche...
Antonia hizo una pausa, recordando todos esos momentos, y de repente sintió una fatiga profunda: —No importa cuánto me esfuerce, nunca he logrado entrar en su corazón. La verdad es que el amor verdadero no trae reciprocidad. Estoy cansada, por eso he decidido dejar este matrimonio.
Carolina se quedó en shock, sin palabras, durante un largo rato, hasta que finalmente preguntó, aún confundida: —Entonces... ¿Realmente vas a divorciarte de Enrique?
—Sí, el acuerdo de divorcio ya está firmado, mañana será el último día de nuestro matrimonio. A partir de entonces, todo lo relacionado con Enrique dejará de tener que ver conmigo.
Antonia dijo todo esto con firmeza y, sin mirar la expresión de Carolina, se levantó con su bolso para irse.
Pero cuando abrió la puerta, una multitud de fervientes seguidores de Carolina, con carteles de apoyo, irrumpieron en el pasillo como si quisieran entrar.
Antonia cambió su expresión de inmediato y rápidamente cerró la puerta con llave.
Desde fuera, la multitud comenzó a golpear la puerta, dejando a las dos mujeres atrapadas dentro, sin poder salir.
Carolina no esperaba encontrar tantos seguidores en ese momento. Desconcertada, solo pudo llamar a Enrique para contarle lo sucedido y pedirle que viniera a ayudar.
Él llegó rápidamente, atravesó la multitud de personas y, aprovechando el caos, logró entrar al cuarto.
Había llegado con prisa y su traje, normalmente impecable, ya estaba algo arrugado.
—Carolina, hay demasiados seguidores afuera. La única solución ahora es que tú y Antonia intercambien sus abrigos. Yo te sacaré de aquí.
Después de haber sufrido el acoso de los seguidores, Carolina miró a Antonia con una expresión suplicante.
Antonia sintió un vacío profundo en su interior.
Él había encontrado una forma perfecta de proteger a su primer amor, pero ¿qué pasaba con ella?
Sonrió amargamente, pero no dijo nada, solo se quitó el abrigo.
Ambas se cambiaron de ropa y Enrique ni siquiera miró a Antonia antes de llevarse a Carolina.
La puerta del cuarto se abrió brevemente, pero rápidamente Antonia la cerró y la volvió a asegurar.
Vestida con la ropa de Carolina, se quedó quieta, escuchando el bullicio que aumentaba afuera.
Esperó mucho tiempo, y finalmente, los seguidores perdieron la paciencia. Con fuerza, derribaron la puerta del cuarto.