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Capítulo 11

Elena aún no había decidido qué hacer cuando su celular vibró de nuevo. La foto de perfil de Laura apareció en la parte superior. Varios mensajes nuevos surgieron en el chat con Laura. Laura: [Está bien que le saques dinero, pero ten mucho cuidado de no dejarte engañar por él.] Laura: [Sospecho demasiado que él no es competente en el aspecto sexual; he estado en este lugar tanto tiempo y solo ha venido una vez, y ni siquiera entró a la habitación antes de irse.] Laura: [No deberías buscar a ese tipo de hombre, ¿de qué sirve solo ser guapo? De nada.] Elena: ¿? Ella aún estaba pensando en cómo explicar lo sucedido esa noche, y ahora, al ver estos mensajes, se dio cuenta de que no necesitaba hacerlo; incluso Laura estaba preocupada por ella. Sin embargo, sintió que debía aclarar cuanto antes esa situación. Elena: [Fue una coincidencia que lo encontrara al salir del trabajo, no fue una cita planeada.] Elena: [No somos tan cercanos como tú crees.] Laura: [Tsk, tsk, tsk, eso no parece algo que haría alguien que no es cercano. Sergio, siendo una persona tan distante, ¿cómo va a ir a ese lugar sin razón alguna? El solo fue por ti.] Laura: [Se nota, que está interesado en ti, quiere cortejarte.] Elena, después de leer estos mensajes, aún estaba algo preocupada. Elena: [Laura, ¿no te molesta?] Laura: [¿Por qué habría de molestarme? El señor Sergio no me quiere, mucho menos pensar en casarse conmigo. Ahora, en la casa de los Gómez, soy más como una simple mascota que la familia Gómez mantiene; él puede hacer con su vida lo que quiera mientras siga manteniéndome.] Laura: [Una vez que ahorre suficiente dinero, me casaré con un hombre honesto.] Hombres honestos, como siempre siendo injustamente ofendidos. Laura: [Hablando en serio, repito, él tiene mucho dinero, intenta sacarle todo el dinero que puedas, pero nunca te involucres de manera emocional con este tipo de hombres. Un hombre que mantiene mujeres en casa en definitiva no es un buen hombre. Eres tan inocente, no dejes que te engañe.] Elena: [¡Entendido!] Elena tomó muy en serio las palabras de Laura. ¡No debía dejarse engañar por Sergio! Para ella, Laura era como una maestra sabia y astuta; confiaba en que lo que decía Laura era la verdad absoluta para evitar desviarse del camino correcto. Sara, anticipando un buen espectáculo, se sorprendió al ver a Elena llegar al trabajo como si nada al día siguiente. ¿No le había enviado la foto a Laura? ¿Por qué Laura no había reaccionado en lo absoluto? Al ver que Elena estaba bien, no pudo evitar sentirse enojada. ¿Por qué todos los buenos momentos parecían favorecer a la recién llegada, Elena? — Al día siguiente. Elena, de regreso al área de atrás entrego algunas bebidas, y se encontró por casualidad con Diego y Sergio. Cada vez que estos dos aparecían, se destacaban de inmediato. Detrás de ellos iban guardaespaldas serios y corpulentos, y eran recibidos personalmente por Carmen con suma amabilidad. Diego hablaba sin parar. —Anteriormente te llamaba un montón de veces, y siempre parecía que te estaba rogando para que vinieras, ¿y ahora con una sola llamada apareces? Sergio no respondió, así que Diego empezó a bromear una y otra vez con sarcasmo. —¿No será que últimamente te estás apareciendo demasiado, señor Sergio? Solo cuando recibió una mirada de advertencia por parte de Sergio, Diego cerró la boca satisfecho. Parecía estar hecho para obedecer. Elena los vio desde lejos y se dio la vuelta enseguida hacia otro pasillo, alejándose lo más rápido posible. Sergio era alguien con quien no podía permitirse jugar. Los encuentros anteriores habían sido solo coincidencias. Ahora, mantenerse alejada de Sergio era lo más prudente. De esta manera, lo que ocurrió aquella noche no saldría a la luz. Sería mejor tanto para Laura como para ella. Carmen los condujo hasta la puerta del salón privado. Entonces Diego dijo. —La camarera que le sirvió a Sergio la vez pasada se comportó excelente. Que venga ella de nuevo. ¿Quién conocía mejor a Sergio que Diego? Sergio había aceptado venir solo por esa camarera. Tenía mucha curiosidad: ¿una simple camarera podía tener tanto encanto? ¿Tanto como para hacer que Sergio perdiera el control? Carmen respondió con mucho entusiasmo: —¡Por supuesto! ¡Ahora mismo la llamo! — En la sala de descanso, la mayoría de los camareros estaban ocupados trabajando. Los pocos que tenían un momento libre descansaban en ese lugar. La sala estaba cerca de la barra, así que cuando pasaba algo, Carmen siempre venía a buscar gente primero en ese lugar. Carmen llegó a la sala de descanso y gritó. —¿Elena? ¿Estás aquí? Todos las camareras llevaban máscaras, así que ella no podía distinguir quién era quién, solo podía llamarla de esa manera. Nadie respondió ni una sola palabra. Pasó un buen rato hasta que una camarera contestó. —Debe estar entregando bebidas. Carmen preguntó otra vez: —¿Y saben cuándo vuelve? —Eso no lo sabemos. Carmen dijo: —Cuando regrese, díganle que vaya directo al salón privado número 1. —Está bien, entendido. Tras dar las respectivas instrucciones, Carmen se fue a seguir con su trabajo. En cuanto se fue, los camareros no pudieron evitar empezar a comentar. —¿Qué tiene de especial Elena que siempre la mandan al salón 1? —Será por lo que es joven y sabe fingir ser inocente, jajajaja. —¿Sabían que la última vez que fue al salón 1 se llevó varios cientos de dólares solo en propinas? —Pues claro, si era el señor Sergio, ¿cómo no iba a ser generoso? —Yo no lo entiendo. También llevé bebidas a ese salón ese día, y ella no hizo nada más que servir unas copas. ¿Por qué recibió tanta propina? Yo trabajo hasta el cansancio, tengo que aguantar a esos viejos calvos y feos y, apenas consigo unos cuantos dólares. Las demás camareras sentían todo tipo de envidia y resentimiento por aquello, pero como el cliente ya había pedido específicamente por Elena, no podían hacer nada. Sara había estado presente todo el tiempo allí. Escuchó tanto las órdenes de Carmen como los comentarios de los demás. Tras dudar por unos minutos, habló de pronto. —Ya dejen de hablar. Iré yo al salón 1. —¿Eh? —la camarera que recibió el encargo se mostró preocupada: —Pero Carmen dijo que fuera Elena. ¿No está mal cambiarlo? —¿Y qué importa? Todos llevamos máscara. Gente como ellos han visto a tantas mujeres que ni deben acordarse de las caras. Estas cosas las gana quien se atreve. El que arriesga, gana. El que se queda callado, pierde. Yo me atrevo, ¿ustedes se atreven? Nadie le respondió. La verdad, ninguna tenía el valor suficiente que tenía Sara. Si cometían un error, no podrían cargar con las consecuencias. Sara volvió a hablar. —Así queda decidido. Nadie diga nada. Cuando regrese, les comparto una parte de la propina. Ganar propina sin arriesgarse era una oferta bastante tentadora. Nadie dijo una sola palabra más. Sara sonrió con confianza, se dio la vuelta y salió de la sala de descanso, dirigiéndose directo al salón número 1. — Elena había pasado casi dos horas entregando bebidas. Finalmente pudo regresar a la sala de descanso, con la intención de relajarse un poco. Apenas se quitó la máscara, se sentó y empezó a recuperar el aliento, notó que varias camareras la observaban con cierta curiosidad. Esa mirada hizo que Elena se sintiera incómoda. Al final no pudo evitar preguntar. —¿Por qué me miran así? ¿Pasa algo? Las camareras se dieron cuenta de que sus miradas eran demasiado obvias, así que desviaron la vista temerosas y fingieron estar ocupadísimos. —Nada, no es nada. —Sí, no pasa nada. —... Elena seguía sintiendo que algo raro estaba pasando.

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