Capítulo 18
—¡Estoy loco carajos!
Juan esbozó una sonrisa amarga.
—El día que te fuiste de mí, perdí la razón.
—El médico dice que padezco una depresión severa. Más de una vez, al despertar, me he encontrado al borde del abismo.
—A veces, me hallaba de pie en la azotea, a punto de lanzarme al vacío; otras, me tendía en la bañera, con las muñecas cortadas y la sangre fluyendo.
—Lorena, estoy enfermo. Solo tú puedes curarme. Te lo suplico, ten piedad de mí, vuelve conmigo, ¿sí?
Juan la miró colmado de esperanza, con la voz rota por la emoción.
Pero, para su desilusión, Lorena permaneció imperturbable. No le concedió ni el más mínimo atisbo de esperanza.
Su mirada era gélida, y su tono, indiferente.
—Si estás enfermo, ve al médico. Yo no soy psiquiatra, no puedo curarte.
—Hasta aquí hemos llegado. Tengo cosas que hacer; no sigas deteniéndome o llamaré a la policía.
Las palabras heladas de Lorena le atravesaron el corazón. La figura erguida de Juan se encorvó y empezó a temblar incontrolablemente.
Al

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