Capítulo 23
Ahora estaba en bancarrota; todos sus fondos y activos habían sido congelados.
No tenía dinero para tratar la enfermedad de Rosa.
De pronto, su mente quedó en blanco y su rostro se tornó pálido.
Pero enseguida, como si recordara algo, tomó el teléfono y comenzó a llamar a todos los amigos que conocía.
Sin embargo, a medida que marcaba uno tras otro, las respuestas que recibía lo sumían en un profundo desasosiego.
Aquellos amigos con los que solía gastar cientos de miles de dólares sin pensárselo dos veces, al enterarse de su situación, lo evitaban como si fuera portador de una plaga, temiendo que incluso una palabra de más los pudiera involucrar.
Él entendía que tal vez sus familias les habían advertido, por miedo a verse arrastrados por su culpa.
Pero después de tantos años de amistad, ninguno estuvo dispuesto a prestarle ni un solo centavo.
El amargor le subió a los labios; ¡qué vida tan miserable la suya!
—Señor Juan, ¿se encuentra bien? La situación de la paciente es urgente; si ta

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