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Capítulo 40

—¿Cómo le acabas de decir al señor Roberto? —¡Papá! La última vez que me secuestraron, escuché todo lo que ustedes dijeron. Alicia levantó la cabeza con naturalidad, explicando con tranquilidad. Lourdes se quedó paralizada, con una incomodidad creciente en el pecho. —Alicia, quédate aquí jugando. El señor Roberto y yo tenemos algo de qué hablar. —Está bien. —Alicia no prestó atención al cambio en el trato y se fue a jugar. —¿Por qué lo de "señor Roberto"? Roberto fue apartado a un lado, con el rostro sombrío. Lourdes no se anduvo con rodeos y dejó clara su postura. —Porque no quiero reconocer que eres el padre de Alicia. —Un lazo de sangre no se puede cambiar. Roberto le tomó la mano y le habló con seriedad: —Nuestra hija también necesita a su padre en su crecimiento, ¿o no? Al oír eso, Lourdes llevó la mirada hacia Alicia, que no muy lejos reía alegremente. Esa clase de sonrisa era escasa cuando estaba a su lado. Después de todo, Lourdes no podía ofrecerle una vida cómoda, lo que habí

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