Capítulo 14
La habitación estaba completamente oscura, y de repente una figura se incorporó bruscamente en la cama.
Antonia respiraba agitadamente, grandes bocanadas de aire, y el sudor frío de su frente empapaba la almohada.
De pronto, alguien empujó la puerta del dormitorio y, en ese instante, la luz de la habitación se encendió.
Él la rodeó con los brazos, atrayendo a la mujer en la cama hacia su pecho.
La palma de la mano de Nicolás se posó suavemente en su espalda, como si tratara de consolarla.
Antonia temblaba por completo, como si fuera un tamiz, y el sudor le corría a raudales.
A Nicolás no parecía importarle en absoluto.
Nicolás la sostuvo así todo el tiempo, calmándola sin cesar.
Antonia fue recuperando poco a poco la calma.
Sus ojos, al principio turbios, poco a poco se aclararon. Miró al hombre frente a ella y lentamente bajó los párpados.
—Lo siento, te he vuelto a causar problemas.
—No importa, ¿has tenido otra pesadilla? —preguntó él con una profunda preocupación en la voz.
—¿Hoy t

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