Capítulo 1
Antonia Calderón y Baltasar Figueroa habían estado juntos durante diez años, cuando él finalmente le dijo: —Cásate conmigo.
Sin embargo, el día de su boda él la dejó plantada, dándose la vuelta para ir a salvar a su secretaria, Jimena Ibarra, quien llevaba años enamorada de él en secreto.
Por seguridad de él, ella no tuvo tiempo de sentirse triste y salió corriendo tras él.
Cuando llegó al lugar justo vio cómo la secretaria, para proteger los documentos de Baltasar, fue arrojada por su oponente desde lo alto y quedó en estado vegetativo.
Baltasar, lleno de culpa, la llevó al hospital con las mejores condiciones médicas para que la atendieran.
Antonia también obedeció las palabras de Baltasar, ella cuidó de Marina, la madre de Jimena, quien padecía una enfermedad mental. Es decir que, durante dos años, Antonia soportó cada uno de sus ataques y humillaciones maliciosas.
Todo hasta que Marina sufrió otro episodio y cortó en pedazos todo lo que había en el bolso de Antonia, incluida la partida de matrimonio.
Arrastrando su cuerpo exhausto, Antonia fue a solicitar un duplicado de la partida de matrimonio, solo para que el funcionario le dijera que el documento era falso.
—Señorita Antonia, este certificado de matrimonio es falso. Según el registro actual, su estado civil es soltera.
Ella se quedó paralizada, como si la hubieran fulminado...
Antonia no supo cómo logró salir del Registro Civil.
Solo recordaba que todas las personas la miraban con ojos llenos de compasión y lástima.
—¿Lo oíste? Su esposo se casó con otra y la engañó con un certificado falso. ¿Quién será la amante? ¿Ella o la otra mujer?
—Por supuesto que la amante es la que no tiene certificado de matrimonio. No hay duda de eso. Solo quien tiene un certificado es la esposa legítima.
Se subió al carro tambaleándose y temblando de pies a cabeza.
En su mente se repetía la conversación que había tenido con el funcionario del Registro Civil.
—¿Cómo es posible? ¡Llevamos dos años casados! ¿No habrá algún error? ¡Por favor, revisa con más cuidado!
El funcionario, algo resignado, giró la computadora hacia ella.
—No me he equivocado, señorita Antonia. Realmente está soltera, pero su esposo ya está casado. En el apartado de cónyuge aparece el nombre "Jimena". ¿Conoce a esta mujer?
Antonia se sentó en el carro, riendo y llorando alternativamente.
Jimena, ¿cómo no la iba a conocer?
Era la secretaria que se encontraba recuperándose en el hospital.
Esa mujer que había estado enamorada de él durante muchos años, que nunca recibió respuesta, pero que tampoco renunciaba.
Su mente estaba muy confusa. Pisó el acelerador y regresó rápidamente a casa.
La puerta principal no estaba cerrada por completo, así que cuando entró, las personas en el interior no la notaron.
Baltasar y sus amigos estaban sentados en el estudio; de vez en cuando se escuchaban risas alegres y el tintinear de las copas.
—Baltasar, eres el más afortunado entre nosotros, tienes a dos mujeres a tu lado. ¡De verdad te envidiamos! Además, las dos son muy guapas.
Al escuchar eso, Baltasar le dio una fuerte patada y, entre risas, le reprendió: —¿Qué tonterías dices? Puedes bromear conmigo, pero jamás dejes que Antonia lo escuche, ¿entiendes?
—¿Baltasar, realmente le temes tanto a que Antonia lo sepa? Entonces, ¿por qué sigues ocultándole que Jimena ya ha despertado? Y que, además, aceptaste casarte con Jimena cuando ella te lo pidió. Si dices que no sientes nada por ella, de verdad no te lo creo.
Baltasar no respondió de inmediato.
Solo se quedó sentado en el sofá de cuero, recostando ligeramente la cabeza hacia atrás, con los ojos medio cerrados y una expresión imposible de descifrar.
—Antonia y yo llevamos doce años juntos. Ella tiene un carácter explosivo, como una bomba de dinamita. A veces pienso que es tan brusca que no parece una mujer.
—Llevamos doce años juntos. Tocar su cuerpo es como tocar el mío, ¿qué sentido tiene eso? No es que no ame a Antonia, al contrario, no podría vivir sin ella el resto de mi vida.
—Pero Jimena es diferente. —En ese instante, sus ojos parecieron iluminarse, mostrando cierta nostalgia.
—Ella es dulce y tímida; su piel es tan delicada que basta un roce para que se sonroje. Le di a Antonia el amor y el derecho a estar públicamente a mi lado. Jimena sólo puede ser mi mujer en la sombra. Además, arriesgó su vida para salvarme, así que darle una garantía es lo mínimo que puedo hacer por ella. Aparte de eso, no tengo nada más que ofrecerle.
Antonia permanecía pegada a la pared, sosteniendo su cuerpo tambaleante.
—¿Y si Antonia lo descubre, Baltasar? La has hecho cuidar de la madre de Jimena tanto tiempo, engañándola. Si se entera, ¡seguro que te odiará!
Baltasar bajó la mirada, como si hubiera recordado algo.
Se incorporó y entrelazó las manos frente a él. —¡Jamás permitiré que lo sepa!
El dolor en el pecho de Antonia fue como si algo la golpeara con fuerza, dejándola sin aliento.
Las lágrimas corrían incesantemente por su cara.
Doce años.
Había perseguido su sombra durante doce años.
Ahora comprendía por qué nunca lograron celebrar la boda, por qué él siempre tenía que viajar por trabajo, por qué estaba ocupado hasta tarde en la noche y no regresaba a la habitación...
En ese momento, se sintió como una auténtica broma.
Las risas seguían resonando en la habitación.
Ella se secó las lágrimas, se giró y se alejó para hacer una llamada.
—Acepto regresar al país para el matrimonio concertado...